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Después de llorar un par de ratos por los pasillos del hospital, fui a lavarme la cara y luego regresé al salón de Matías. Ésta vez no lo encontré solo, sino acompañado por su hermana Melisa.

Me quedo a lado de la puerta, sin saber como actuar. Él y yo no somos nada, por lo tanto no puedo pretender que quiero quedarme... aunque lo que más quiero es pasar la noche a su lado, velar su sueño.

―Lamento interrumpir. ―digo finalmente; sí, será mejor que me salga

―Espera ―pide él― Quédate.

―Pero-

―Hermana, ahora sí ve a descansar. Mañana tienes que ir a trabajar. Elsa va a quedarse conmigo.

¿Que yo qué? O sea, lo deseo pero oír que Matías lo propone...

―Y todavía niegas que tienen algo ―responde Melisa―. ¿Qué voy a hacer contigo, hermano?

―Aún no tenemos nada. Y deja de preocuparte, me cuidaré solo. En serio, ve a descansar.

¿Dijo aún?

Su hermana lo besa en la frente mientras se despiden, luego acepta salir; no sin antes dirigirme una mirada... nada amistosa. No le agrada saberme aquí, no le agrada que esté de vuelta en la vida de Mat.

―Acércate ―pide éste al quedar solos―. Tienes que contarme como te fue con...

―No lo maté. Y... no estás aquí por su culpa.

Lo estoy mintiendo pero es que me entró el pánico. Puede que tome medidas y que esas medidas solo provoquen a Alfonso. No quiero que Mat esté en peligro.

―Me alegra.

―Oye... ¿de verdad quieres que me quede contigo toda la noche?

―Si no te importa ―contesta y sonríe con picardía―. Y acuéstate aquí.

―Eh... no quiero incomodarte. ―balbuceo aunque me muera de ganas de hacerlo

―Que te acuestes.

No espero que me lo pida más veces. Me acurruco a su lado, guardando las manos quietas cerca de mi pecho y colocando la cabeza en su hombro izquierdo. Busco no aplastarlo y no moverme mucho. Enseguida siento su aliento muy cerca de mi cara y su nariz hundiéndose en mi cabello.

―No tengo nada en el brazo, tampoco en el hombro, no estés tan tensa.

Desde aquí, su voz suena aún más placentera. Le hago caso y apoyo mi cabeza en su hombro, usándolo como almohada. Trato de despejar mi mente, de disfrutar su cercanía ya que no debo sentirme tan culpable. Ya no tengo novio. Pero esa frase de Alfonso revive en mi cabeza.

«Si es tan imbécil como para volver con la mujer que lo engañó...»

―Gracias por estar aquí.

Puedo percibir que me acaba de decir algo pero toda mi atención está en esa frase. ¿Será que no tengo derecho a esa nueva oportunidad? Matías no puede ser considerado imbécil por haberme perdonado, por estar dispuesto a darme esa oportunidad... Pero, si Alfonso intentó hacerme sentir mal por eso, lo está consiguiendo.

De pronto siento que me sacude levemente. Me volteo boca abajo y me apoyo en el codo para poder encararlo.

― ¿Qué fue eso?

―Estabas callada y... ―frunce el ceño― Elsa ¿qué sucede?

―Un ataque de culpa.

― ¿Y eso?

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora