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Capítulo 10

— ¡Ayúdame con eso, Adela! —pedí poco después

—Amiga, lo que me estás pidiendo es...

— ¡No me queda de otra! ¡Yo no soy capaz de hacerlo!

— ¿Sí te das cuenta que es mejor que lo sepa por ti?

— ¡¡¡No puedo!!!

—Tranquila...

Dejé el sofá para luego empezar a dar vueltas inquieta, rascando mi cabeza de vez en cuando y ofreciéndole miradas llenas de desesperación.

— ¿Estás completamente segura? —preguntó mi amiga tras un largo silencio

A esas alturas, ya no importaba qué era lo que realmente quería. Lo había intentado todo y nada había dado resultados. Había tocado un límite, mis remordimientos me manejaban por completo.

— ¿Cuándo quieres que le diga? —añadió algo temerosa

Me paré y quedé viéndola.

—Hoy. —contesté

Asintió a través de un movimiento de cabeza.

—Quédate hasta que él regrese del trabajo... —le pedí— Claro, si no tienes cosas que hacer y...

—No tengo nada pendiente.

—Bueno. —suspiré— Pues... hasta aquí llegó todo...

—Aún estás a tiempo...

—No. No puedo con este secreto ni un día más.

***

Me sentía como algún infractor esperando su condena. El tiempo transcurría lentamente, cada minuto, cada hora me acercaba más al inevitable desenlace. Me la pasaba recordando los momentos felices, todo lo que había vivido a su lado. Me estaba torturando a mí misma, sabiendo que jamás volvería a ser feliz con él. Nunca volvería a ver esa sonrisa, a perderme en su mirada, a escuchar su voz pronunciando un te amo. Todos nuestros planes quedaban sólo en nuestras mentes, la nueva etapa de nuestras vidas juntos terminaba antes de haber empezado realmente.

Adela se resumía en abrazarme, las palabras no tenían sentido. Y ella sabía perfectamente que no había manera de hacerme sentir mejor.

Sobresalté cuando la puerta del apartamento se abrió. Olas de pánico asaltaron mi cuerpo. No estaba lista, nunca lo había estado, nunca iba a estarlo. Adela me dirigió una última mirada para asegurarse de que mi decisión no había cambiado, luego volvió a asentir y suspiró.

—Amor, ya lle- ¡Hola, Adela!

—Hola. —tartamudeó

Avanzó hasta llegar en frente del sofá, donde estábamos las dos desde ya buenos ratos. Nos examinó un momento y la confusión apareció en su cara.

— ¿Se encuentran bien?

Bajé la cabeza, mientras que mi amiga tampoco respondió.

—Elsa... Adela... ¿Qué sucede?

Miré a Adela y entendí que la estaba poniendo en una situación realmente penosa. De pronto me pareció patético lo lejos que podía llegar debido a mi cobardía. Estaba usando a mi propia amiga.

—Tenemos que hablar de algo muy importante. —anuncié, levantándome

—Ya dime que me pones preocupado.

—Sí. De inmediato te voy a contar... todo. —agregué— Adela, yo me encargo.

— ¿Segura? —cuestionó, tomada por sorpresa

—Es lo justo.

Me dio un fuerte abrazo, susurrándome que fuera fuerte y que podía buscarla en cualquier momento. Luego se despidió de Matías, que no parecía entender nada. Y con razón.

Al quedar a solas con él, temí que otra vez sucedería lo mismo, que no podría confesar. Romperle el corazón al hombre que amaba no era precisamente algo común y corriente; era lo último que deseaba hacer en la vida.

— ¿Ahora qué? —cuestionó él— Por favor, deja el suspenso y dime.

—Eso intento.

— ¿Tan grave es?

—Sí. —dije en voz tan baja que apenas me escuchó

— ¿Me... —el miedo se instaló en su voz— ¿Me estás dejando?

—No, serás tú el que me deja. Después de oír lo que...

Cogió mi cara entre sus palmas, forzándome a alzar la mirada.

— ¿Cómo crees que te dejaría?

—No lo creo. Estoy segura.

— ¿Ahora eres tú la que se está culpando?

—Mat... —mi voz se quebró

—La tristeza que veo en tus ojos me acaba, Elsa.

—Es miedo.

— ¿Miedo? Lo que sea, habla ya... —suplicó

—Sé lo que significa vivir con la culpa... sufrir por haber hecho algo imperdonable.

— ¿Tú? No, Elsa. Tú eres el ser más noble que he conocido.

—No me lo hagas más difícil. No me digas esto, te lo suplico...

Sentí las lágrimas brotando de mis ojos y un nudo en la garganta que me impedía seguir. Sujeté sus manos para impedir que dejara de acariciar mi rostro. Era la última vez que lo sentía, quería que el tiempo parara, no quería conocer lo que significaba vivir sin él. Observé su cara, examiné cada parte de ella y me detuve en sus labios. Los besé sin pensarlo dos veces. Lo hice como queriendo que su sabor quedara por siempre impregnado en mí. Fue dulce y amargo al mismo tiempo. Era nuestro beso de despedida...

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora