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Capítulo 9

Matías tardó algo en asimilar que de verdad yo no le echaba en cara que me había ocultado algo, que no lo veía con otros ojos sabiendo su cruel verdad. Incluso había llegado a la conclusión de que yo era alguna santa que lo perdonaba todo. No tenía ni idea qué teníamos en común. Y para ser sincera, yo no sabía cuando iba a decirle la verdad. Todas las cosas que pasaban no habían hecho más que evitar aquel desenlace. ¿Pero por cuánto tiempo?

Ratos después, antes de salir apurado porque tenía que llegar a su trabajo, Matías me avisó que teníamos visita. Tenía, más bien. Al parecer, su primo José quería conocer el apartamento y visitarnos por primera vez. No me ponía nada contenta, tomando en cuenta lo que había sucedido en la boda, además de nuestra... aventura.

—Así que estamos solitos.

—Sí, Matías está trabajando... —murmuré, observando que iba acercándose a mí

—Qué pena... —su voz sonó tan falsa

Continuaba acercándose y eso no me agradaba para nada, además otra vez tenía esa mirada que me hacía pensar lo peor.

—Tal vez hay que aprovechar. —apuntó

— ¿¡Qué!?

— ¿Estás temblando, Elsa?

Y como no iba a hacerlo si estaba a tan solo unos centímetros de mí, comiéndome con la mirada. Quise gritarle que se apartara pero quedé paralizada.

—No me tendrás miedo ¿verdad?

Me agarró por la cintura, pegándome contra su cuerpo, luego sentí sus labios sobre los míos, intentando desesperadamente besarme. Mis brazos cobraron vida y lo empujé de inmediato.

— ¡Jamás vuelvas a hacer eso! —le grité

—No vayas a decirme que ya no te gusta. —replicó, avanzando hacia mí

—Jamás me gustó.

—Ay, por favor... ¿Te acostaste conmigo por obligación?

—Aquello fue... distinto. —traté de excusarme— Estaba casi borracha...

—Elsa, te gusto y me gustas. ¿Para qué fingirlo?

— ¡Deja de hablar estupideces!

De pronto estaba de nuevo en sus brazos.

— ¿Entonces por qué tiemblas cuando te toco? —preguntó manoseando mi cuerpo

Comprobé que no sabía explicar eso. A lo mejor era el miedo de ceder.

—Mira como te pones. —añadió a punto de besarme

—No te atrevas... —jadeé

Me acordé de Matías y poco a poco mi debilidad se convirtió en asco. No aguantaba que José siguiera tocándome.

—Suéltame. —exigí

—No es lo que realmente quieres. Ya, mejor déjate llevar. Nadie puede saber lo que hacemos ahora...

— ¡Que me sueltes!

Hice todo lo posible para liberarme de aquel apretón. El terror de que pudiera aprovecharse de mí me invadió enseguida. Su mirada me hacía despreciarlo cada vez más y el tacto de su piel mantenía viva mi repulsión.

—Si no me... ¡Voy a gritar!

Finalmente algo lo hizo ceder y me soltó.

—No puedes ser la primera que me rechace... —apuntó

— ¡Claro que sí! No todas caen a tus pies, acostúmbrate.

—Sí caíste una vez. —respondió algo irritado

— ¡Porque había tomado!

—Mierda.

Su ego había salido lastimado. Su sonrisa había desaparecido, ahora estaba frustrado y confundido. De seguro había esperado poder acostarse conmigo, sin duda ese había sido el motivo de su visita.

—Qué curioso que hayas insistido que no le dijera nada a Matías. Digo, como veo que te intereso, lo lógico hubiera sido que estuviera libre ¿no?

—Mi primo jamás debe saber.

— ¿Le tienes miedo?

—No. —contestó dudoso

— ¿Entonces es una fantasía tuya acostarte con mujeres casadas? ¿O qué?

—Ya párale...

— ¿Y si no qué?

—No sé porque de pronto te empeñas en hacerte la santa. Eso no borra que lo hayas engañado una vez. —me informó

—Eres el menos indicado para juzgarme.

—Y soy el único que sabe cuánto disfrutaste esa noche.

— ¿No que no recordabas nada?

—Yo... yo no...

— ¡Lo recuerdas muy bien! ¿Cierto? No me extrañaría que me hayas seducido.

—Falta que me digas que te violé.

Eso no. Recordaba que no había sucedido en contra de mi voluntad. Pero antes me había dicho que no sabía cómo llegamos a acostarnos y ahora parecía recordar como lo habíamos pasado. Supuestamente...

—Dime la verdad. ¿Estabas borracho? ¿Fuiste tú quien se me...

— ¿A poco eso te haría menos culpable?

— ¡Contéstame! —bramé

— ¡Claro que no estaba borracho! —replicó con una especie de satisfacción en su rostro

— ¡Te aprovechaste de mi estado! —concluí enfurecida

—No es mi culpa que te hayas emborrachado. Tampoco es mi culpa que hayas cedido ante mis encantos.

—Te odio.

—Que lastima.

— ¡Vete! ¡No quiero volver a verte! ¡Sal ya!

Me daban ganas de matarlo, comencé golpear su pecho una y otra vez hasta que sujetó mis manos.

—Ya.

—Me das asco. —solté

Tuvo el descaro de mostrar de nuevo esa sonrisa. Aunque esta vez lo había rechazado, se quedaba muy satisfecho por haberme tenido la primera vez.

— ¡Desaparécete!

Aún después de quedarme sola, no lograba recuperar la calma. Esa furia que sentía iba dirigiéndose hacia mi propia persona. Estaba presa en una pesadilla cuya única salida iba a ser la confesión. Sin embargo era una cobarde, no podía hacer eso.

***

Adela llegó lo más rápido que pudo tras haber recibido mi llamada. Me encontró hecho ovillo en una esquina del salón, con el cabello cubriendo parte de mi rostro y los ojos rojos de tanto llorar.

— ¡¡¡Elsa!!!

No fui capaz de reaccionar. Estaba mal, estaba muy débil y soltaba gemidos de vez en cuando.

—Mira cómo estás... ¿Qué pasó?

—No puedo... más...

Por su silencio y el suspiro que soltó luego, parecía que sabía a qué me refería.

—Debo decirle. Debo decirle... —repetí, mirándola horrorizada

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora