Capítulo 23
—Matías, ya volví.
Cerré la puerta detrás y avancé rumbo al sofá para dejar el bolso, mientras no cesaba de buscarlo con la mirada. Sobresalté al sentir que me abrazaba por detrás, ya que ni lo había oído venir, menos lo había visto. Las palabras ya no tenían sentido, preferí dejarme llevar y disfrutar aquel abrazo llegado de la nada. Mayor fue mi sorpresa al observar como sus manos empezaban recorrer mi cuerpo y sus labios besaban mi cuello.
—Oh, Mat...
Me hizo voltear y se apoderó de mi boca. Sus brazos me envolvieron, parecían querer impedir que me escapara. Mi cuerpo no tardó en reaccionar y se pegó al suyo, mientras mis labios siguieron el juego de los de él.
—Eres mía. ¡Sólo mía! —jadeó
—Tuya.
Manoseaba con desesperación mi cuerpo mientras llenaba de besos mi boca, mi rostro, mi cuello. El deseo creciendo iba aniquilando el asombro que me causaba su comportamiento. Ya no buscaba razones, sólo me dejé llevar, anhelando estar en sus brazos.
Nunca me había hecho el amor de esa manera, con ese afán de poseerme, con semejante empeño de enseñarme todo lo que era capaz de hacerme sentir. Aún sospechando el por qué, no pude ignorar cuanto me había gustado. Él había alcanzado su propósito de hacerme sentir como ningún otro hombre lo había hecho. Excluyendo a José, pues esa noche quedaba un recuerdo muy borroso.
—Esto fue... Jamás imaginé que aún me faltaba algo por sentir.
Sentí su mirada llena de satisfacción.
—Mírame. Estoy tendida aquí, aún jadeando...—añadí
— ¿Me lo tomo como cumplido?
—Sin duda.
Permanecimos tumbados en la cama, el uno al lado del otro, con solo unas sabanas que nos cubrían. Pasaron algunos momentos hasta que mi respiración se fue regularizando y mi cuerpo dejo de ser inerte.
—Sé porque lo hiciste.
Me miró con cierta vergüenza y me apuré en continuar.
—Pero no me molestó porque fue increíble. Sin embargo me sorprendió que lo hicieras.
— ¿Por?
No sabía cómo decirlo para que no sonara mal o inadecuado. De pronto me arrepentí de abrir el tema, pues arriesgaba destrozar el momento.
—Pues cuando otro toca a tu mujer, no puedes volver a... verla de la misma manera. O... no sé si me entiendas.
—Voy a ser honesto contigo, aunque vayas a enojarte. Porque te debo una explicación por lo que acaba de pasar. —avisó serio
—No me la debes, no te preocupes. Lo disfruté tanto...
Calló unos segundos.
—No pude contenerme. —confesó— Quise sentir que eras mía por completo. Demostrarme a mí mismo que soy capaz de complacerte como...
—Como ningún otro. —añadí
Desvió la mirada y resopló.
—Me aferro a la idea de que nunca fuiste realmente suya. —dijo, mirando el techo
—Pues, esa es la verdad. Sólo me quedan unas imagines, nada más. No sé que sentí, si sentí algo...
—Debiste habérmelo dicho antes de la boda.
— ¡Sí! Al menos debí no mentirte. Pero fui una cobarde.
—En fin. De nada sirve hablarlo ahora.
—Sí, no podemos cambiar nada. Y con arrepentimientos no arreglo las cosas, debo haberlo con hechos...
***
Cada vez que llegaba a pensar que todo iba a estar bien, algo sucedía. Los momentos felices y las dificultades siempre iban entrelazándose. El comportamiento de Matías nunca era constante. Un día se ponía muy cariñoso y al otro día estaba distante y reprochaba o me cuestionaba cosas.
—Marcos, no me digas lo que tengo que hacer. ¿Acaso te parece que no lo sé?
Quedé parada a lado de la puerta del dormitorio al darme cuenta que estaba peleando.
—Sí, ya sé que pasaron muchos días... ¿Pero qué quieres que haga? ¡Resulta inevitable desconfiar de ella!
Estaba hablando de mí y eso me hizo seguir escuchando. Aún más cuando se trataba de lo nuestro.
— ¡Ya ni sé si fue buena idea darle otra oportunidad! No hago más que lastimarla con mis... —calló unos segundos— ¡Porque la amo! Por eso volví con ella. De verdad, quería y aún quiero que seamos felices. Pero estoy celoso, estoy frustrado, no dejo de desconfiar...
Mi corazón se quebró al oír esas palabras, al oír la forma en la que me hablaba, al sentir la impotencia y el dolor en su voz.
—No puedo manejar esto que siento. Tengo miedo de que nunca pueda perdonarla.
No pude aguantar más. Salí corriendo del apartamento, aunque apenas había regresado, sin importarme que fueran las nueve. Desde que habíamos vuelto, Matías no me había dicho claro esas cosas, aunque su comportamiento lo delataba. Pero lo que más quería era saber que se sentía así, saber que en cualquier momento podía dejarme. Yo había querido reconquistarlo y no me salía. Procuraba tratarme bien pero por dentro todo era tan distinto.
***
—Elsa, son las once. ¿Cuándo regresas?
Había perdido la noción del tiempo y él estaba esperando, de seguro pensando lo peor. Por más que lo disimulara, estaba molesto.
—Estuve con Adela. —mentí— Ahora mismo estoy a punto de llegar.
—Está bien.
Me colgó antes de que alcanzara añadir algo. Por suerte estaba muy cerca y me dirigí de inmediato rumbo al edificio donde vivíamos.
Al llegar, lo encontré sentado en el sofá, con los codos recargados en sus rodillas y una cara muy seria. Noté que movía los dedos constantemente y hasta revisó su reloj.
—Ya estoy aquí. —murmuré
En cuanto alzó la mirada, estuve segura que empezaría exigir explicaciones.
—Que bueno. —se resumió en decir
Recordé su conservación con Marcos pero decidí no mencionarla. Lo mejor era que no supiera que lo había escuchado. Además, deseaba tanto que me dijera de frente las cosas. No lo hizo, sólo me atormentó con aquella mirada llena de desconfianza y reproches. Aunque lo entendía, no dejaba de doler.
—Si quieres que hablemos de algo, sólo dímelo.
— ¿No sabes qué hora es? Lo único que quiero a esta hora es dormir.
—Matías, perdón. Perdí la noción del tiempo. ¡Lo siento mucho!
—Sí, bueno.
Dicho eso se fue al cuarto.
—Mi amor... —susurré entre lágrimas
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¿Aún planeamos la boda? © | LIBROS I & II COMPLETOS
Algemene fictie¿Acostarse con otro justo en la despedida de solteras? Sin duda eso no estaría entre los planes de boda de nadie. Lo mismo hubiera dicho Elsa, pero al despertar a lado del primo de su futuro marido, comprueba que nada sale como planeamos. Con la bod...