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Capítulo 18

La próxima vez que vi a Matías fue el día en el que íbamos a firmar los papeles para el divorcio. Por las caras que llevábamos, parecía que asistíamos a un entierro; el entierro de nuestro matrimonio, de todo lo que habíamos vivido. Y yo había sido la asesina.

—Aquí estoy... —murmuré

—Acabemos ya con esto. Es demasiado fuerte.

— ¿Estás seguro que quieres hacerlo?

—Sí.

Su tono firme y esa figura fría me confirmaron de una vez por todas que ya no había esperanza. Debía respetar su decisión, debía dejarlo libre, tal vez sin mí iba a ser más feliz. Pero yo de seguro jamás iba a olvidarlo.

Cuando llegó el momento, quedé viendo esas hojas, mientras mi mano temblaba y las lagrimas brotaban de mis ojos. Faltaba una simple firma y todo iba a acabar, antes de que realmente empezara. Volví a mirar a Matías, mi mirada le rogaba que recapacitara, mi corazón le gritaba que me diera otra oportunidad. Pero no cedió ni un solo instante. Su dolor quedaba escondido tras una máscara de hiero, tras una actitud implacable. Jamás lo había visto así. Pero conociéndolo, me quedaba claro que para él tampoco era fácil.

Salí de esa oficina con el alma vacio. No pude contenerme más y comencé llorar ahí, delante de Matías, delante de la poca gente que había.

—Elsa, por favor...

Algo suavizó su voz, tal vez era mi llanto o tal vez simplemente no podía ocultar más como se sentía. Se me acercó, me tomó de la mano sin dejar de pedir que no llorara más.

—Trata de tranquilizarte.

—No me pidas eso ¿sí?

—Para mí también es horrible. Jamás hubiera pensado que me divorciaría a poco tiempo de haberme casado. Pero...

—Pero no puedes superar lo que te hice. Lo sé.

—Lo siento.

— ¡Yo más!

De pronto lo abracé, sujetando con fuerza su cintura, deseando que el tiempo parara. No respondió al abrazo, tampoco me apartó. Permanecí así unos buenos ratos, sintiendo por última vez su cuerpo, su calor, su perfume. Deseaba que quedara impregnado en mí, poder llevarlo en mi piel para siempre. Aunque eso significaba torturarme. No podía resignarme, no podía aceptar que una vez apartada, todo quedaría un recuerdo.

—Te amo, te amo... —repetí entre sollozos, aferrándome más a él

Mi reacción lo hizo envolverme con sus brazos. Pude oírlo soltar un lamento, mientras hundía su cabeza en mi hombro. Era de dolor. Sospeché que había una parte de él que no lo dejaba renunciar, sin embargo su corazón estaba escogiendo algo mejor, algo que a lo mejor le iba a hacer menos daño.

—Te pido perdón por todo. Por acostarme con él, por mentirte, por...

Lo solté para mirar sus ojos.

—Ojala encuentres a alguien mejor.

—No digas eso.

—Alguien que te haga feliz, tal como lo mereces. —agregué

—Lo último que me importa ahora es encontrar otra.

—Sí, claro. Yo...

—Al final, hasta parece que terminé pagando los errores del pasado. Aunque contigo traté de hacer las cosas bien, de alguna manera-

—No vayas a repetirlo. ¡De hecho, ni pienses eso! —le pedí

—Es que yo jamás fui un santo y por eso hasta traté de justificarte.

—Conmigo fuiste el mejor hombre que podía haber encontrado. —suspiré— Y no voy a negar, pensé que al saber lo que significa engañar, iba a resultarte más fácil superarlo. Pero supongo que lo que la traición provoca...

—Todo es distinto cuando lo sientes en tu propia piel.

Había llegado el momento de decir adiós. Los dos lo sabíamos pero ninguno parecía atreverse pronunciar esa palabra.

—Cuídate. Y... En realidad, no sé que debería decir. —murmuró

—Sólo... Acabemos ya con la tortura. —pedí a punto de llorar

Recibí una última mirada, luego lo vi alejándose. Lo observé hasta que desapareció por aquella puerta, llevándose una parte de mí. Quise llorar, quise gritar, hacer algo para liberar el agudo sufrimiento que me acorralaba y me desgastaba.

Me había empeñado en casarme y me estaba dando cuenta que había sido una decisión alocada. Había sido ingenua al pensar que podía dejar el pasado atrás. Lo peor era que no sería la única en sufrir las consecuencias. Lo único que quedaba era esperar que Matías iba a ser más fuerte que yo, que mi traición no iba a dejarlo marcado para siempre.  


¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora