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En la mañana estaba visitando al hombre que fue mi novio durante dos años y en la noche estoy visitando al que fue mi esposo. No sé si son ellos la que atraen la mala suerte o soy yo.

Tal como esperaba, Matías sigue molesto conmigo de modo que ni me pela. Llevo como cinco minutos enfrente de la cama, observando como intenta ignorarme. También estoy viendo las consecuencias de esa paliza; un labio roto, unos moretones, una venda en la frente. Me dan ganas de acostarme a su lado y consentirlo.

―Ya sé que no se lo dijiste tú. Perdóname.

Nada.

―OK. No lo hagas si no quieres pero no me muevo de aquí.

―Más que molesto contigo me siento frustrado ¿sabes?

― ¿Por?

―Porque el paso del tiempo también tuvo efectos negativos. Quizá sea natural que ya no creas en mí después de dos años.

―No. Es al revés, es natural que tú no creas en mí porque... bueno, por todo lo que hice. Yo sí creo en ti. Dudé porque no había otras alternativas, o al menos eso pensaba.

―Bueno, qué más da. ―replica, desviando la mirada y alzando las manos para volver a dejarlas en su regazo.

―Mat, en serio, discúlpame.

―Está bien.

Al escuchar esa respuesta, me animo a acercarme. Me acomodo con cuidado en la orilla de la cama y quedo observándolo. Desde cerca parecen aún más serias sus heridas. Quiero tomarlo de la mano pero lo reprimo.

― ¿Te duele?

―Un poco, aquí ―dice, colocando una mano sobre el abdomen―. Y me cuesta levantarme. Lo hago, pero con cierta dificultad.

―Qué salvajes...

Menos mal que no continuaron hasta dejarlo muerto y que tampoco lo apuñalaron. Aunque lo que hicieron ya es mucho, el pobre está lleno de golpes. Y ojalá no haya otros daños como por ejemplo algún hueso roto.

―Vas a denunciarlos. ¿Verdad que lo harás?

―Eso creo. Pero no llegué a verles las caras, temo que no tenga caso.

― ¿Te dijeron algo? Por ejemplo, por que lo hicieron...

―No. Lo raro es que no lo hayan hecho para robar. Serán algunos locos o qué sé.

― ¿Tienes enemigos?

Enarca las cejas y casi sonríe.

―No. La única persona que tendría motivos de hacerme esto-

―Sigue. ―le pido

―Es que es imposible. Encima no puedo juzgar sin conocer.

―Mat, dime.

―Alfonso.

Es la segunda persona que lo menciona. Hasta llego a preguntarme si sería capaz. Matías no me mira desde que pronunció su nombre, como se sintiera incómodo por sospechar estas cosas.

―Pero sabemos que estuvo en coma y que aún no salió del hospital.

―Uno puede pedirles a otros que le hagan los trabajos sucios ―murmura, poniéndome en alerta―. No sé, disculpa... No importa. No lo conozco y no tengo derecho de acusarlo.

―No se me ocurrió eso de poner a otros... Quizá... Dios, si fue él lo mato.

―Elsa...

―Es que tiene motivos de sobra para hacer esto. Yo no lo creo capaz pero ahora está muy dolido, está furioso. Y además... me amenazó.

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora