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Capítulo 26

—Te lo dije.

— ¡Adela! Lo último que quiero es oír eso. —reproché, borrándome las lágrimas

—Al menos sí viniste, tal como lo prometiste.

— ¿Debería enojarme así con él?

—Es natural que te lastime lo que hizo.

—Estaba tan decidida luchar para recuperarlo. Pero esto me desanima, me...

—Hazme caso y dale tiempo y distancia. Así no arreglan nada. Sólo se amargan la vida. —señaló

—Ya sabía que no iba a resultar fácil... Pero tampoco creí que sería tan difícil.

—En primer lugar, un engaño no es algo fácil de superar. Y lo sabes.

—Sí pero...

—Por más cruel que suene... Matías es de los hombres a los que les cuesta trabajo hacerlo. Yo no busco desanimarte más. Sólo saco conclusiones de lo que vivieron... —avisó ella

No me quedaba más que suspirar y lamentar mis errores, esa historia de amor que estaba fracasando, la imposibilidad de arreglarlo. Aunque molesta, seguía con el deseo de resolver las cosas. Y algo en mí me decía que lo perdonara, que no lo juzgara ya que yo le había hecho mucho daño.

—Piensa muy bien que eliges hacer. —pidió Adela

—Es que lo amo.

— ¿Estás dispuesta perdonarle el jueguito?

—No lo sé pero... Quiero. Tal vez soy la menos indicada en juzgar.

—Que hayas hecho errores no significa que debes soportarlo todo. —replicó

—Sí, pero...

—En fin, será tu decisión. Pero piénsalo, analiza las cosas, escucha tu corazón, o sigue la razón... Como quieras. Pero toma en cuenta los riesgos.

***

Estaba cada vez más convencida de que Matías y yo nunca lograríamos superar un obstáculo como la infidelidad. Aunque lo deseáramos, no éramos capaces de dejarlo atrás. El perdón era algo ajeno a nosotros, el empeño y el amor por desgracia no bastaban. Había cosas que podían romper irremediablemente una relación y por desgracia, una de esas cosas había quebrado la nuestra.

Al día siguiente volví al apartamento, tal como se lo había prometido. Debía armarme de valor para comunicarle mi triste conclusión, aunque se me retorcía el corazón al pensar que todo acababa. Al fin y al cabo, ser fuerte no significaba aferrarme a algo que no llevaba a ninguna parte y que sólo hacía daño. Más bien, significaba poder aceptar la realidad.

—Tenemos que hablar.

—Sí. Lo mismo quería decir yo. —respondió

Quedamos de pie, manteniendo la distancia física pero mirándonos fijamente.

— ¿Empiezas tú o yo? —preguntó rompiendo el silencio

—Tú.

—No podemos mentirnos más. —dijo sin rodeos— No podemos lastimarnos más. Esto es tóxico.

Si tan solo supiera que ahora yo pensaba lo mismo.

—Elsa, mi corazón no quiere perdonarte.

—Lo sé.

Mi reacción le causó cierta sorpresa. Pero aunque me dolía, debía aceptar esas palabras, sólo así podía dejarlo libre. Sólo así le daba la oportunidad de que fuera feliz, aunque con otra persona o solo.

—El amor no basta. —añadí

—Espera... ¿a caso lo que querías decirme era lo mismo? ¿Tú también quieres terminar con esto?

—Sí. Tal vez un día perdones, pero jamás olvidarás. O tal vez nunca me perdones.

— ¿Tú tampoco me perdonas, verdad?

—Llegué a darme cuenta que no sé hacerlo. Al menos... no ahora...

—No podemos negar, he metido la pata con ese... estúpido plan. —señaló

—Qué más da. Los dos nos hicimos daño. Y lo que yo te hice fue mil veces peor.

—No fui capaz de manejarlo, no fui capaz de superar que hayas estado en otros brazos, no logré volver a mirarte como antes. Quise darte una oportunidad, quise que mis sentimientos suprimieran lo demás. Pero resultó imposible. Y no me perdonaría a mi mismo si te dejo ilusionarte, si te amarro a mi cuando sólo logro herirte.

—Me gustaría pensar que no estamos renunciando con demasiada facilidad.

—Creo que hiciste todo lo que estuvo en tus manos. —apuntó— En cuanto a mí... Bueno, no puedo mandarle a mi corazón. Tal vez suene como una excusa barata pero...

— ¡No es cierto! Tu corazón está en razón de no aceptarme. —repliqué

—Lo siento. De verdad, hubiera querido que funcionara.

—Créeme que lo sé...

Mi vista se nubló por las lágrimas, mi corazón también lloraba. Al fin y al cabo había una historia que nos ataba, había sentimientos que no iban a esfumarse de la noche a la mañana. A veces lo justo y lo sano resultaba lo más doloroso.

— ¿Puedo abrazarte? —logré preguntar

En vez de responder, avanzó y abarcó mi cuerpo, apretándolo fuerte. Alcancé ver lágrimas en sus ojos, luego pude notar que estaba llorando también. Ya lo habíamos vivido una vez, después del divorcio. Y ahora teníamos que vivirlo otra vez, con la única diferencia de que ambos tratábamos de aceptar que no había marcha atrás.

Aunque no llegábamos a comprender por qué, nuestros corazones no habían logrado sanarse el uno al otro. Nuestro amor no había resistido ante la tormenta, no había ganado la batalla. Las consecuencias del engaño eran demasiado potentes y destructivas. Lo nuestro quedaba manchado para siempre.

FIN


Ya llegó el momento de ponerle punto. Me alegra haber tenido lectores, me alegra ver que la historia llamó la atención y espero que haya gustado. He tocado un tema que no he vivido pero intenté que todo fuera realista. No sé cuanto lo haya logrado. En cuanto a lo que salió... me di cuenta demasiado tarde que tal vez manché la imagen de Matías justo al final y yo no pretendía eso. Es algo que me salió mal. Para mí, él era el personaje positivo... Y sigue siéndolo. En cuanto al final, representa el punto de vista de alguien que no vivió nada relacionado a la infidelidad. Representa el resultado de todo lo que vivieron los personajes, de todos sus intentos y fallas. Tal vez decepcione o tal vez no.

Por desgracia ahora me despido por última vez (en esta historia). No leemos en otras.

Muchas gracias por todo!!!

E.


NOTA (8.08.2017) PARA LOS QUE PREGUNTAN QUÉ FUE DE ELLOS Y SI HABRÁ SEGUNDA PARTE: Sí, habrá segunda parte.


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¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora