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Una semana más tarde, vuelvo al consultorio muy desanimada. Tengo mis dudas acerca del éxito de esta terapia y me parece que el precio es demasiado grande. Y no me refiero al dinero y al tiempo, sino al hecho de que estamos escarbando heridas, desenterrando el pasado, sacando a luz cosas que Mat ya dejó atrás.

Apenas emepezada la junta, decido comunicarle mis pensamientos.

―Opino que Matías no debe participar a esto.

― ¿Por qué? ―se interesa la psicóloga, muy tranquila

―Porque yo soy la que tiene problemas.

―Cuando me dijiste que había infidelidad de por medio, me pareció indicado hablar con los dos, descubrir por mi cuenta qué piensa y cómo está él. Tener ambos puntos de vista me ayuda entender mejor lo que están viviendo. Ahora bien, si alguno de ustedes no está de acuerdo, podemos buscar otras soluciones. Por ejemplo, terapia individual sólo para ti, Elsa.

Quedamos en silencio. Yo miro a Matías y el me observa confundido, pues no le dije que no quería que siguiera viniendo. De hecho, casi no hablamos durante la semana que pasó.

―Sí, a primera vista él está bien. Pero estamos hablando de infidelidad y la infidelidad deja cicatrices. Sobre todo en la víctima. Tuve clientes que no podían ver con los mismos ojos a su pareja, clientes que no lograban perdonar, clientes que afirmaban haber perdonado pero aún sufrían y reclamaban, clientes que ya no podían confiar en su pareja.

Confiar. Confianza. Siento escalofrios al pensar que puede ser también nuestro caso y al recordar que hemos dejado de tomar en cuenta eso; la confianza que quebré con mis actos. ¿Por qué Matías quiere volver si quizá no puede confíar de nuevo?

―No podemos intentarlo si no hay confianza. ―le digo aún aturdida por mi conclusión

― ¿Quién dijo que no la hay?

―No estarás mintiéndote a ti mismo... ¿O sí? No creo que baste desearlo para poder evitar imaginarme con otro, para evitar dudar... ―mudo mi atención en la mujer que tenemos en frente― ¿Verdad?

―Hizo cosas que me demostraron que puedo creer en ella ―señala Matías―. Y luego, su segunda infidelidad no quebró mi confianza porque- por las circunstancias y porque me lo dijo de inmediato.

―Estás loco.

―Elsa y yo vemos de manera distinta su segundo desliz. ―añade, ignorando mi comentario

― ¿Y cómo lo ves tú? ―inquiere la mujer

Silencio. Pero la terapeuta tiene paciencia y espera a que él se anime a decir algo, cosa que sucede minutos más tarde.

―En realidad no sé explicarlo. Es que hemos superado cosas peores y además ese beso fue robado. Fue un maldito error que no habrá durado más de cinco segundos. Fue... ese tipo la acorraló. ¡Encima ella vino a decírmelo!

― ¿Qué sentiste cuando te lo contó?

Clavo los dedos en el sillón. Otra vez le hace estas preguntas, luego le extraña que yo no desee que Mat esté aquí. Es que esta mujer se concentra en todo lo malo y...

― ¿Qué más da? ―reacciona él― Ya pasó. Lo importante es lo que siento ahora.

―Bien. Pero te aconsejo que no suprimas y no niegues los sentimientos negativos. Es natural que aparezcan en este tipo de situaciones.

―Sabe, la primera vez sufrí por más de un año. La segunda, fui capaz de afrontarlo mejor y de superarlo lo más pronto posible. Desde el primer segundo, supe que iba a superarlo. Necesitaba superarlo.

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora