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Capítulo 12

A la mañana siguiente, le preparé el café y algo para desayunar. De un momento a otro podía salir; o al contrario. Ni sabía a qué esperarme. Tampoco sabía cómo actuar delante de él.

Me serví una taza, luego me acomodé en una silla. Estaba extenuada pero igual no iba a poder descansar, como tampoco lo había logrado durante la noche. Ahí fue donde esperé por buenos ratos, mientras sorbía de la bebida y miraba fijamente hacia un cierto punto.

Nuestras miradas cruzaron cuando por fin se asomó por la puerta. La suya era fría, distante. De seguro trataba de hacerse el fuerte.

—No era necesario. —murmuró, viendo el desayuno

—Tienes que comer algo.

—No puedo.

—Pero-

— ¿Dormiste en el salón? —cuestionó interrumpiéndome

—Sí.

De nuevo quedamos viéndonos. Pareció querer decir algo, pero por alguna razón no lo hacía. Más allá de la frialdad, su rostro reflejaba confusión, dudas, sus ojos solicitaban respuestas.

— ¿Y ahora...? —me atreví preguntar

Sabía muy bien que todo había acabado pero mi alma no lo quería aceptar.

—Estamos casados. Eso lo hace todo más difícil. —apuntó

—Bueno, basta firmar un papel y... te quedarás libre...

— ¡Por favor! Deja el maldito papel... Se suponía que esto era para toda la vida, había invertido tantas cosas, había hecho tantos planes... Y en menos de unos segundos, todo se fue a la... Un papel no lo arregla ¿sabes?

—Perdón...

—Esto era más que una simple relación. Eras la mujer con la que deseaba compartir mi vida, la mujer por la que hubiera hecho lo que fuera, la mujer que quería como madre de mis hijos. ¡Eras todo!

—A-Aún puedo serlo. —me atreví decir con la voz quebrada

—Me encantaría estar de acuerdo.

—No quería lastimarte, créeme. Estaba borracha, no sabía lo que hacía.

—Eso no consuela.

— ¡Jamás te hubiera hecho daño a propósito! Es lo que trato de explicarte...

— ¿Qué más da?

—Piensas divorciarte de mí ¿verdad?

—Sí.

En ese instante, dejé salir las lágrimas que tanto me había empeñado contener. Enterré la cara entre mis manos y me desahogué.

—Uno de estos días hablaré con un abogado.

No le respondí.

—No Elsa, no llores. Por favor.

En eso alcé la mirada y noté una especie de tristeza. Seguía importándole, a pesar de todo. Su forma de ser y el amor que no había desaparecido no lo dejaban ser indiferente.

—No hay otra opción. —agregó— Iré a tomar aire. No sé a qué hora regrese.

—Deberías comer...

—Lo sé. Pero en serio, no puedo. Gracias de todos modos.

***

No estaba en condiciones para ir al taller y esperaba que Mar me entendiera. Decidí llamarla y contarle lo que había pasado.

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora