Sungai Cheonggyecheon

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Regresé al set y ya habían comenzado con la sesión. Todavía estaba en blanco así que sacudí la cabeza, di unos saltos, respire como tres veces y entré.
Lo primero que hice fue ir a buscar una bandeja y servir café para los del staff, necesitaba ponerme a hacer algo antes de que mi cabeza volara todavía más lejos y ya no pudiera traerla de regreso.
Una vez que terminé, opté por ayudarle al equipo de vestuario a acomodar y preparar los vestuarios.
Estaba hecho un verdadero desastre cuando entre a la tiendita que habían puesto, resoplé cuando vi el tiradero de ropa y sin pensarlo dos veces, me puse manos a la obra. Después de levantarla, ordenarla y colgarla de acuerdo a los conjuntos, que ya estaban hechos, y ponerle los nombres para saber de quienes eran.
Para el tercer cambio de vestuario de los chicos y JiWon, ya me había cansado de hacer lo mismo tantas veces. Levantar, acomodar, colgar y clasificar.
Cada vez que entraban, ellos especialmente, a cambiarse tardaban un montón y parecía que habían hecho una especie de show ahí adentro, porque la ropa estaba por todas partes sin orden alguno. No me imaginaba que cada sesión fuese lo mismo. ¿Las chicas de vestuario no decían nada? Ni siquiera eran así en casa. Adoraba a estos chicos, pero su desorden comenzó a colmar mi paciencia.
—¡YA! —grité para llamar su atención y funcionó, SungJong sonrió cuando me vio al igual que Hoya y WooHyun, ¿Por qué sonreían como si fueran inocentes? ¿No notaban el ceño fruncido que estaba dirigiéndoles?— ¿Es que tienen que aventar la ropa cada vez que se la quitan? ¿Por qué los demás tienen que limpiar sus desastres?
Se quedaron perplejos viéndose los unos a los otros sin saber bien que decir.
—¿Cu… cuantos cambios les faltan?
—Dos —respondió SungKyu con cautela.
—Pues más les vale que en los siguientes dejen acomodada la ropa, porque si no… —amenacé entrecerrando los ojos
Asintieron lentamente y fueron saliendo uno por uno, el último era Hoya que no había podido borrar la sonrisa que traía en la boca.
Antes de salir me miró fijamente con los brazos cruzados y una expresión divertida en el rostro.
—¡¿Qué?! —dije con un tono molesto
Soltó una risita.
—Te ves graciosa cuando te enojas, pero esto no te queda —puso su dedo en mi ceño fruncido y presionó hasta que estuvo liso— así está mejor
Volví a fruncirlo.
—Claro que me queda, y no me veo graciosa —me dije a mi misma en voz alta cuando se fue.
En contra de toda razón humana, los chicos hicieron lo que les había pedido y en los cambios que les faltaban dejaron sus prendas gentilmente dobladas en una silla. Sonreí cuando vi que incluso habían dejado una notita con el nombre de cada uno. Las asistentes de vestuario y maquillaje también se sorprendieron cuando lo vieron.
—Creo que ya no necesitamos ayuda, puedes ir a descansar y ver lo que queda de la sesión —me ofreció una de las chicas.
Ahora ya no tenía nada que hacer, salí de la tienda con la chamarra puesta y empecé a caminar sin rumbo fijo… ¿a dónde debería ir? Tenía que entregar un reporte para la clase de economía, pero todavía me quedaba una semana, y ya había planeado hacerlo el domingo, porque iba a estar libre ese día, además esta era mi última semana de “calma” la siguiente tal vez sería la muerte, o al menos, si bastante más pesada que esta. Conforme seguía caminando sentía cada vez más duras las piernas, y después de un rato empecé a titiritar como loca, entonces  miré a mi alrededor…  todos parecían estar normales sin percatarse del clima, yo era aparentemente la única que creía que moriría de frio. Debíamos estar como a dos grados o menos porque sentía como el aire gélido traspasaba mi ropa haciéndome temblar.
Frotaba una y otra vez mis manos para que no se me congelaran, fui a la camioneta en busca de otra chamarra, pero no había ahí nada mío, solo ropa del manager o de los chicos, y no es que mi chamarra fuera ligera, es que en no parecía ser suficiente.
Traté de caminar más rápido y estirarme para entrar en calor, pero no daba resultado, es más, cuanto más tiempo pasaba ahí afuera, más frio tenia… apenas y podía seguir moviéndome como lo estaba haciendo.
—¿Qué haces? —Preguntó L cuando me vio estirando los brazos— no creo que sea buena idea hacer calentamientos a esta hora y con este frio.
—Tú también tienes frio ¿cierto? —eso significaba que no era la única rara
Asintió
—Es normal que sintamos frio, justo ahora debemos estar como a -6°C
—¿-6? No 6, si no ¿-6? —exclamé con los ojos como platos
Volvió a asentir
—Pero todo el mundo parece estar bien, yo tengo tanto frio que creo que voy a volverme loca.
Me miró divertido
—Tal vez es porque este es tu primer invierno aquí. Pero aun así… no es para tanto
—¿Cómo qué no? Juro que se me van a caer los dedos de los pies.
Esta vez dejó salir una carcajada. ¿De qué se reía? Estaba muriendo de frio, ¿le parecía gracioso?
—¡¡Ah es bastante decepcionante!! Puedes hablar mil idiomas, tener buenas notas, incluso sabes cocinar… pero ¿Qué? No eres resistente al frio. Eso sí que no me lo esperaba.
—¿Qué dijiste? dilo de nuevo, dilo —dije mientras intentaba despeinarle (había descubierto que ese era uno de sus puntos débiles)
Empezó a reírse, y yo también, yo trataba de llegar a su cabeza y el trataba de impedírmelo. Estaba demasiado feliz haciendo el tonto con él.
Alguien carraspeó y nos separamos tan rápido como pudimos, era una de las asistentes del fotógrafo, entrecerró los ojos, pero lo único que dijo fue: “se acabó el receso, tienen que seguir con las tomas, todos están esperando”
L la siguió y yo regresé a la carpa de vestuario, me hice bolita con todo y chamarra en una esquina y cerré los ojos. Me había olvidado del frio que sentía hace un rato, pero ahora estaba regresando y tenía que controlarlo, por lo menos ahora ya no estaba a la intemperie.
No estaba dormida, porque con todo ese ruido era imposible dormir, pero por lo menos estaba controlando el frio que sentía, ya no me castañeaban los dientes, y los escalofríos habían pasado, pero no sentía ni las manos ni los pies y contra eso mi mente no podía hacer mucho.
Estuve así un buen rato, hasta que alguien puso una manta sobre mí, no abrí los ojos, porque no estaba segura de quién era y hubiese sido muy vergonzoso para ambos si lo hacía, porque se suponía que yo dormía y  bueno porque si esa persona se avergonzaba iba a hacerlo yo también. Los mantuve cerrados hasta que estuve segura que esa persona se había ido. 
Los abrí ligeramente motivadas por la curiosidad de conocer la identidad de tal amabilidad.
Sonreí. Hace un rato me había estado molestando por no ser “resistente al frio” y ahora sin que nadie lo viera me había abrigado a pesar de todo lo que había dicho.  Si hacia ese tipo de cosas ¿cómo iba yo a parar mi corazón?

Llegando a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora