Mentiras que matan

381 27 10
                                    

Desperté y volver a la realidad fue un martirio.

Miré a mi alrededor... estaba sola. Había sido un buen sueño pero había terminado. Aun sentía la calidez de su mano sobre la mía, me abracé el cuerpo en un intento por disminuir el vacío en mi pecho que amenazaba con arrasarme por completo.

Las lágrimas comenzaron a salir sin control mientras recordaba aquellas alucinaciones. En ese momento me pregunté cuántas veces era posible romper un corazón y que este siguiera latiendo, porque estaba segura que el mío estaba llegando a su límite.

Como pude, logré pararme de la cama. No ganaba nada ahogándome en mi propia tristeza y si seguía así, temía que terminara por devorarme.

La cabeza me estallaba, no sabía si a causa del llanto o debido a la resaca pero estaba matándome. Salí de la habitación para buscar los analgésicos en la cocina y antes de que llegara una cazadora en el suelo llamó mi atención.

Me acerqué para recogerla, ¿Qué hacía esto aquí? Claramente no era mía, y tampoco se la había visto a EunJoo, entonces...

Ahogué un grito cayendo de espaldas cuando de cerca logré ver la imagen completa: Recostado sobre el sofá, yacía MyungSoo dormido.

Tragué saliva nerviosa y me aproximé hasta él a gatas. Parpadeé varias veces pero no importaba cuantas veces lo hacía, continuaba estando ahí. Lo observé durante unos minutos más antes de atreverme a tocarlo para comprobar que era real.

 Lo observé durante unos minutos más antes de atreverme a tocarlo para comprobar que era real

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En cuanto mi dedo tocó su brazo me cubrí la boca con ambas manos estupefacta. ¿Acaso no había sido un sueño?

-Concéntrate -Me supliqué a mí misma sacudiendo la cabeza para volver a mis sentidos.

Me acerqué de nuevo a él y me di cuenta de que algo estaba mal. Tenía el rostro pálido y la frente perlada en sudor, su respiración era pesada y todo su cuerpo titiritaba ligeramente.

Su piel ardía a causa de la fiebre y ni siquiera notó cuando puse mi palma sobre su frente para tomarle la temperatura. Si todo lo que había sucedido ayer era real, entonces él había esperado bajo la nieve durante horas y también había pasado la noche en estas condiciones mientras que a mí me había quitado el abrigo mojado y se había encargado de arroparme lo suficiente para que no sintiese frio.

No tenía la fuerza para llevarlo hasta la cama por mi cuenta y no tuve más opción que acomodarlo en el sofá a modo de que no le resultase tan incómodo. Puse una almohada bajo su cabeza y lo cubrí con mantas después de quitarle la sudadera que aún seguía húmeda a causa de la nieve.

Haciendo caso omiso de la diferencia de horario, llamé a mi madre y aún entre sueños, conseguí que me diera la receta del estofado que siempre preparaba para nosotros cuando solíamos enfermarnos. Por suerte no necesitaba ir al mercado y pude ponerme manos a la obra en cuanto terminé la llamada.

Llegando a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora