La zapatilla ¿de cristal?

1.1K 63 5
                                    

Sentadas en la banqueta debíamos lucir bastante graciosas, sobre todo por nuestro aspecto tan trivial, yo de fiesta y ella con una diadema de luces amarilla y rosa que brillaban en la oscuridad.
Le conté todo, el cómo es que había llegado a la empresa, pasando por el cambio de "puesto", el contrato que había firmado, mi mudanza, lo que hacía y mi relación con los miembros, en fin. Todo.
Me escuchó sin interrumpirme y sin hacer preguntas hasta que terminé de hablar y después de eso se quedó pensativa un momento, como si estuviera procesándolo todo.
-¿Por qué aceptaste? -preguntó al final
-Bueno porque... cuando lo pensé un poco más la propuesta no parecía tan loca y era demasiado buena
-¿Y ya?
-Honestamente... fue bastante difícil decidirme, pero de pronto, no sé ¿Has tenido esa sensación en la que tu cabeza piensa que es una locura y sin embargo tu corazón no lo ve así? supongo que eso fue lo que me ayudo a decidir.
-Debió ser difícil no poder decirle a nadie todo este tiempo -dijo abrazándome
Le regresé el abrazo con fuerza y me di cuenta que estaba llorando
-Lo siento EunJoo. Lamento haberte hecho creer todas esas cosas, no podía decirte y tampoco sabía cómo hacerlo. Me sentía horrible cada vez que tenía que inventar una excusa por no poder salir contigo.
-Yo también siento haber hecho un escándalo hace rato
Ambas nos reímos y le sequé las lágrimas.
-Tú no puedes llorar -me regañó cuando mis ojos amenazaron con dejar salir unas lágrimas- estas demasiado hermosa hoy como para estropear tu maquillaje
Asentí y me tragué las lágrimas como pude.
-No puedo pedirte que me cuentes todo, pero puedo decirte que estoy aquí si lo necesitas. Estás viviendo con 7 hombres, ¡y mira que hombres! -agregó traviesa y me reí de su tono- llegará un momento en el que las cosas talvez se compliquen, por eso creo que L está en desacuerdo. Si ese momento llega, me gustaría que no lo cargues sola, como hasta ahora. Ahora que se tu secreto puedes contar conmigo. ¿ok?
Me ofreció su meñique como símbolo de promesa
-Ok -dije entrelazando nuestros dedos.


MyungSoo
Hacía rato que nosotros habíamos entrado y ella aun no regresaba.
La recepción era en un club de la zona más cara de la ciudad, en lugar de estar en la planta baja comiendo, platicando y divirtiéndome como los demás invitados, estaba en el segundo nivel viéndolo todo desde arriba en una especie de balcón VIP.
Revisé mi teléfono en busca de un mensaje o alguna llamada, pero no había nada. Me debatía entre llamarla o no hacerlo y al final no aguante y lo hice
-¿Vas a llamarla? -preguntó SungJong
-Si -contesté distraído antes de que fuera enviado al buzón de voz
Colgué frustrado.
-Hyung estas actuando demasiado extraño
-¿Yo? ¿Por qué? -inquirí curioso medio en broma
-Te preocupas por ella -apuntó serio- más de lo que te imaginas
-Por supuesto que no -negué
Sonrió sarcástico y estiró los brazos como si estuviese a punto de dormir
-Parece que ninguno de ustedes se da cuenta. Pero tu caso parece ser el más grave. Eres un verdadero tonto
-¡YA! ¡LEE SUNGJONG! -Grité enfadado- ¡Ven aquí! ¿Cómo me llamaste?
Se echó a correr y bajó las escaleras tan rápido como pudo, después se perdió en medio de los invitados.
Suspiré sin ánimos de unirme a la celebración. Empezaba a desesperarme cuando la vi entrar, cómo no verla si era la más hermosa de ahí.
Se abría paso entre la gente, con pasos relajados y ligeros, a diferencia de las demás que iban con las barbillas alzadas como si fuesen lo mejor que había en ese lugar. Movía la cabeza de un lado a otro, buscando algo o a alguien. Un joven, talvez de la edad del líder, se atravesó en su camino y le impidió seguir avanzando, le ofreció una copa de las dos que llevaba en las manos, ella se negó con un gesto pero él insistió y le susurró algo al oído haciendo que ella retrocediera de forma casi imperceptible.
"Voltea... Mírame... estoy aquí..." Lo pensaba con tanta fuerza como si en realidad pudiese escucharme.
De pronto, giró el rostro y nuestras miradas se encontraron, el tiempo dejó de correr por unos segundos y mientras ella sonreía aliviada, todo lo demás desapareció durante esos segundos: la música a todo volumen, las personas que la rodeaban, incluso mis pensamientos, sólo estábamos ella y yo, y talvez mis latidos que no fueron capaces permanecer inalterables.

Llegando a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora