Un mal comienzo

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Las manos me estaban sudando como si fuera el primer día de clases. No, era peor. Diez veces peor. Hoy en la mañana firmé el contrató y realice el mismo trabajo que los días anteriores, la diferencia radicó en que al final del día una camioneta negra estaba esperando por mí, antes de salir me despedí de mi oficina, quien sabe cuándo regresaría o si es que regresaría.

En el auto iba el chofer, el CEO, el Manager Kim, y en el asiento de hasta tras junto con una maleta enorme, iba yo.

Llegamos a unos apartamento enormes, eran tan altos que ni siquiera podía imaginar cuantos pisos tenia, lucían caros, ¿Cuánto costaría el mes aquí? Una fortuna, lo más seguro.

Cuando bajé del auto me puse todavía más nerviosa, sentía como se me retorcía el estómago. El chofer fue el único que no salió. El edificio era todavía más impresionante por dentro, el piso era blanco como la nieve, los elevadores eran dorados y todo el personal vestía el uniforme pulcramente y sin imperfecciones.

El CEO presionó en botón del ascensor y eso solo hizo que las náuseas aparecieran.

-¿Pueden decirme el piso y el numero? Tengo que ir al baño -Me estruje las manos sudorosas

Ambos se miraron nerviosos, no sé si porque yo fuera a vomitar o por el hecho de que estuviera tan nerviosa que iba a vomitar.

-Piso 29 numero 116. Hablaremos con ellos. Tómate tu tiempo -el manager sonaba tranquilo a medias

Solo alcance a asentir y después salí corriendo en busca del baño. Apenas tuve tiempo de encontrarlo, entrar a un cubículo y vomitar.

Mi estómago se calmó gracias a que no había comido, por suerte. Poco a poco comencé a sentirme mejor, jalé la cadena del inodoro y rebusque en mi maleta para buscar el cepillo y la pasta para lavarme los dientes.

Me miré al espejo y traté de sonreír, una vez que me convencí que lucía natural y no forzada, me decidí a salir del baño para buscar el apartamento correcto.

Este era. Piso 29 número 116.

Toqué el timbre un par de veces. Ya no estaba asustada o nerviosa, la crisis había pasado, a estas alturas arrepentirme y salir corriendo era ser una cobarde y ese no era mi estilo.

El CEO abrió la puerta

- ¿Lista?

-Lista -dije en tono decidido

Algo en mi expresión debió decirle que ya me encontraba bien, porque solo asintió con seguridad y me invitó a pasar.

Entré con todo mi equipaje y una mochila al hombro, me quité los zapatos a la entrada y me puse las pantuflas que quedaban, deje salir una exclamación de sorpresa cuando vi el armario de calzado, decir que era un desastre era quedarse corto, podía contar por lo menos cuarenta pares de zapatos de hombre y todos en un total y completo revoltijo. ¿Así estaba el resto de la casa?

Seguí al manager Kim hasta la sala, debía admitir que el lugar, a pesar de lo desordenado de su estado, era acogedor. El comedor y la sala estaban conectados, en el primero había una mesa para ocho personas de vidrio y separando el comedor de la cocina estaba una barra de mármol con platos sucios encima. La estufa, el refrigerador, el microondas, y muchos aparatos electrónicos que no sabía usar como la arrocera eléctrica, eran de acero inoxidable, daban la sensación de estar en una cocina profesional. La sala tenía un sillón larguísimo color crema de suede, y detrás de este las ventanas, obviamente polarizadas, ocupaban casi toda la pared, las cuales también tenían un pequeño balcón. La televisión era una pantalla plana como la de la oficina en Woollim, después había varias puertas que según yo, debían ser las habitaciones:

Llegando a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora