Una mala jugada del destino

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Ocho meses después... 

 

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Las estaciones habían cambiado, el semestre estaba por terminar y las vacaciones de invierno estaban a la vuelta de la esquina, entonces sería primavera de nuevo. El tiempo claramente había pasado... pero no había curado mis heridas.

Había escuchado poco o casi nada del grupo, a veces simplemente era inevitable saber de ellos a través de las noticias aunque nunca me quedaba hasta el final de la nota o del reportaje, todavía no era lo suficientemente fuerte.

Casi siempre me sentía como si estuviese viviendo de forma inconsciente y más por instinto que otra cosa: despertaba, asistía a clases, iba al trabajo, hacia los deberes, comía y volvía a dormir. No me detenía a pensar ni a sentir y prefería ocultarme bajo una sonrisa para evitar que los demás lo descubrieran. A pesar de todo, el vacío jamás me abandonaba y el agujero en mi pecho no había desaparecido, simplemente me había acostumbrado al vivir con él, a soportar el dolor.

EunJoo y Aaron se esforzaban por evitar que me quedara encerrada en casa siempre que podían. Especialmente Aaron, que rara vez me dejaba sola y se había convertido en la roca sobre la que muchas veces me sostenía para no venirme abajo. A pesar de todo y aún con su ayuda había veces en las que simplemente no podía evitar derrumbarme. Habia noches en las que las lágrimas y el dolor me inundaban, lograban vencerme y se apoderaban de mí.

—Puedo esperar el tiempo que se necesario —Dijo de pronto Aaron en el parque mientras veíamos unos niños correr a lo lejos mientras que sus padres caminaban detrás de ellos— Mis sentimientos no han cambiado.

Le miré y el azul de ojos logró enroscarme la piel.

—No estoy lista y no sé cuánto tiempo me tomará estarlo.

—Sólo necesitas darnos una oportunidad. Déjame demostrarte que puedo curar tus heridas y hacerte sonreír de nuevo.

Entrelazo nuestras manos aprovechándose de mi silencio. No podía negar que me sentía agradecida, incluso feliz de tenerle a mi lado,  se había convertido en una constante en mi vida que me proporcionaba comodidad y calma. ¿Aquello era suficiente para dar el paso del que hablaba?

Me daba miedo perderlo, pero no estaba segura si mi corazón podía ser reconstruido de nuevo. No solo estaba roto, estaba hecho trizas, incapaz de funcionar como lo había hecho.

Era injusto para él tener a alguien como yo, que de alguna forma estaba incompleta, sólo con la esperanza de que algún día pudiese llegar a corresponderle y al mismo tiempo lo era también negarle una oportunidad cuando hasta ahora había sido más que paciente conmigo.

Me abrazó y pese a que no correspondí su gesto tampoco lo rechacé.

—Gracias —Susurró cerca de mi oído sonriendo. Negué con la cabeza sin responder, preguntándome si estaba haciendo o no lo correcto.

Llegando a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora