Desaparecida

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Salí más pronto de clase que los demás porque tenía como cuarenta grados de fiebre. Fui a la enfermería y encontré a Emma.
- Hola Amatista, ¿qué te ocurre hoy? - dijo con tono burlesco.
- Creo que tengo fiebre - inquirí tocandome la frente.
- Siéntate, te pondré el termómetro.
Hice lo que me pidió.
Me puso el termómetro y mientras esperaba a que cogiera la temperatura recordé que llevaba lentillas y decidí preguntar para hacer esos cinco minutos más llevaderos.
- ¿Llevas lentillas?
- Sí - la pregunta pareció incomodarla.
- Pues no deberías, las gafas te quedarían muy bien, además, lucirían tus ojos ámbar - dije como si estuviera promocionando unas gafas.
- Ya, es que mis ojos no son de color ámbar - sentí como maldecía para sus adentros haber dicho eso.
- ¿Y de qué color son? - pregunté como si de una interrogadora me tratara.
- Son de un castaño más oscuro - mintió.
- ¿Y te pones lentillas ámbar en vez de mostrar tus ojos castaños? - arqueé una ceja.
- Sí, los ojos castaños son muy comunes, ¿no crees?
- Ya - dije sin estar muy convencida -, ¿podrías mostrarme tus verdaderos ojos?
- ¿Podrías quitarte el termómetro? - cambió de tema.
- Claro.
Miró el termómetro frunciendo en ceño.
- Treinta y siete.
- Pues creo que voy a tener que quedarme para historia - me levanté de la camilla -. Chao.
- Chao - dijo detrás de mí.
Sentí como miraba la camilla de reojo y no me decía nada, pues le había tendido una trampa y había caído de lleno.

La trampa consistía en dejar el libro allí y, simplemente, observar que hacía.
No, no he perdido la cordura y le he cedido mi responsabilidad a una desconocida.
Para asegurarme de que mi libro no corriera peligro me quedé con la pluma.
Plan perfecto.
Es que todos mis planes son perfectos. Ya sé que el primero no salió como creía, pero ese plan fue de Alexandra, no mío.

La había pillado, si no supiera lo que ese libro era capaz de hacer me lo hubiera devuelto sin demora alguna, no quedarse mirando haber si no me daba cuenta de que lo dejaba atrás.
Además, no me creo lo de que lleva lentillas ámbar porque los ojos castaños son poco originales. Nadie se gastaría ese dinero por un simple capricho, a no ser que no fuera un capricho.

Debía seguir investigando sobre este caso, pero más tarde, estaba a punto de terminar la última hora, lo que significa que iban a acabar las clases, lo que significa que en breve sería la salida.

Sonó la sirena y salimos de clase, pero antes de despedirme de Lucas debía ir a por mi libro.
Llegué a la enfermería, pero no estaba Emma, ni mi libro.
Rebusqué en las cajones, miré debajo de la camilla, entre las jeringuillas, pero no estaba.
Se lo había llevado, justo cuando más lo necesitaba, pues no pensaba ir a hablar con Lucas sin primero ver lo que debía decir.
Debía improvisar.

Salí del instituto y allí estaba, en la salida, justo donde había dicho. Con su singular postura y su media sonrisa.
Caminé despacio, haciéndome de rogar, aunque tenía ganas de correr, pues a medio camino se percató de que acababa de salir.
Entonces caminó hacia mí, hasta que nos encontramos.
Me dio la mano y otro beso en la mejilla.
Se acercó a mi oído.
- Hasta mañana - susurró.
Me estremecí.
- Adiós - contesté.

Le solté las manos y me fui, no quería que hiciera más preguntas, mejor dicho, no quería hacer el ridículo con estúpidas respuestas.

Llegué a casa y volvió a abrir Sergio. Ya me estaba acostumbrando a su cara. También me sentía bastante mal por haber tenido un comportamiento tan infantil. Él hacía feliz a mi madre y debía respetarlo, eso sí, él jamás será un padre para mí.



La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora