No puede ser todo tan perfecto

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El vestido era negro, la parte del abdomen era toda de pedrería y acababa en forma de corazón, después tenía las mangas en seda y terminaban en pico.
La tela de la parte de abajo parecía la de un tutú y me quedaba a, aproximadamente, diez centímetros por encima de la rodilla.

Era simplemente perfecto.

- Me encanta - sonreí.
- Sabía que te iba a gustar, ahora mira los zapatos.

Sacó de una caja de cartón unos zapatos de tacón (mis primeros zapatos de tacón).
Daban la apariencia de botas, pero tenían un tacón en cuña plateado que les daba más clase.
Eran negros aterciopelados y quedaba con el dedo pulgar por fuera.

- Son preciosos - casi que se los arrebaté de las manos.
- ¿A qué esperas? Póntelo.

En seguida obedecí sus órdenes, me puse el vestido y los zapatos, bueno, ella me tuvo que subir la cremallera del vestido y los zapatos, puesto que estos tenían una cremallera plateada que casi me cargo.

Después ella hizo lo mismo con su vestido, es increíble que ese disfraz de sirena le sentara tan bien.

Una vez vestidas, procedimos a peinarnos y maquillarnos.
Por una vez en mi vida confié en ella y dejé que me maquillara y peinara a su gusto.

- ¿Ya has terminado? - preguntaba cada vez que iba a buscar algo a su estuche.
- No - respondía ella con cierto desdén.
- ¿Y cuánto queda?
- Lo que tenga que quedar - respondía secamente.

No me dejaba mirarme en el espejo, así que solo sentía leves tirones de pelo o pinceladas en mi piel.

Por fin dijo lo que esperaba.

- Y... - me dio un papel para que me quitara el exceso de pintalabios - listo.

Me levanté de la silla de mi escritorio, que era donde Alexandra me estaba acicalando, y me dirigí hacia el espejo de cuerpo entero que había en mi habitación.

Simplemente no parecía yo, es más, estoy segura de que más de uno me preguntará mi nombre.

El vestido me quedaba como un guante, resaltaba mis curvas y disimulaba las zonas no tan curvas.
En cuanto al peinado, Alexandra me había hecho un moño a un lado. Estaba desecho, pero daba un efecto de despreocupación y tranquilidad a mi cara, lo que era difícil, ya os imagináis porque.
Y el maquillaje era muy disimulado, exceptuando los ojos, que los había pintado dando un efecto ahumado.

Me miraba al espejo perpleja mientras ella se iba maquillando.
Nunca me había visto tan guapa, ¿qué digo? Nunca me había visto guapa.

- Ya estoy lista - canturreó Alexandra.

Su maquillaje era mucho más llamativo que el mío, al igual que su peinado. Llevaba el pelo suelto y se había hecho ondas con la plancha, le quedaban mejor que el pelo liso.

- ¿Qué hora es? - pregunté.

Miró el reloj de pared que estaba detrás de mí.

- Las ocho menos cuarto, Lucas está al llegar.
- Bien, vamos al salón, mi madre quería sacarnos fotos - hice el gesto de tener una cámara en la mano.

Ella me siguió hasta la sala de estar, donde se encontraban mi madre y Sergio.

- Wow - dijo Sergio -, en mi época no había mozas tan guapas como vosotras.

Nos reímos, y no por la estúpida expresión, que también, sino por la cara de mi madre cuando pronunció las palabras.

- Em - tragó saliva -, lo que quería decir es que en mi época eran más guapas.

Se dieron un abrazo.
Yo seguía riendo.
Me sentía bien, creo que era la primera vez que me sentía verdaderamente bien en cuatro años, bueno, cinco hoy.

- Haber, foto - sacó una cámara de las antiguas del armario.

Alexandra y yo posamos como nunca habíamos posado, bueno, al menos yo.
Primero normales, luego, poniendo morritos, y, finalmente, haciendo el tonto.

Entonces a Alexandra le llegó un mensaje, sacó el móvil y lo leyó.

- Es Lucas, ya está abajo.
- Vete bajando tú, se me a quedado una cosa en mi cuarto.


La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora