Hasta nunca

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Estaba tan confusa, en ese laboratorio, con la pluma entre mis dedos y el libro abierto de par en par sobre la mesa.

En ese instante solo se me ocurrió mirar a Ónix, sentía una lástima incondicional por ella. Estaba parada, mirando el libro sin poder reaccionar, sus ojos, ahora violetas, se perdían en el blanco de las hojas, seguramente buscando alguna explicación de todo lo ocurrido. Entonces salió de la sala blanca sin decir palabra, intentando salir de la realidad.
Ella era una adolescente normal, sabía que su padre tramaba algo, ella no era tonta, pero era parte de su rutina diaria. Esa era su vida, desde que la crearon no había hecho otra cosa que ser un experimento.

- ¿Qué es eso tan bueno que te traes entre manos? - pregunté al fin algo irónica.
- Cambiar la mentalidad de las personas - sólo arqueé una ceja esperando a que continuara -, eliminar la corrupción política, a los homicidas y violadores; hacer que la gente se preocupe más por el medio ambiente y menos por el dinero. Simplemente, aunque ya esté muy dicho, hacer del mundo un lugar mejor.

Sus palabras hacían eco en mi mente una y otra vez mientras concebía alguna forma de actuar. ¿Debía creer en ese hombre que había sido la persona que más quería, o debía creer en aquella que me había apoyado estos días, mi mentora?

Entonces llegué a una conclusión clave.

- ¿Y qué pinta Ónix aquí?
- No quería meterte en esto cariño, siempre supe que eras especial y que debía protegerte para que tu poder no cayera en malas manos - intentó acercarse, gesto que yo rehuí.
- Si de verdad no me hubieses querido meter en esto, que ni siquiera sé que es "esto", no estarías usando mi sangre a tu antojo - estaba perdiendo los estribos.
- ¿Qué pretendes? ¿Qué con diez años te contara que eres capaz de manejar la vida de la persona que quieras, cuando quieras y como quieras? ¿En qué te habrías convertido Amatista? - estaba gritando.
- Sólo me hubiera convertido en ti, un hombre avaricioso que va a manejar la vida de todas las personas que quiera, cuando quiera y como quiera - sentía como me temblaban las manos.

Cogí el libro, abrazándolo con las dos manos contra mi pecho.

Entre la tensión la puerta del laboratorio se abrió. El pulso se me aceleró, aunque sentí un fuerte alivio cuando vi a Emma.

- Amatista, ¿estás bien? - preguntó.

Mi rostro hubiera sido de pura alegría y tranquilidad, pero el arma que alzaba apuntando a mi padre reprimió cualquier sonrisa.

- Acordamos que te mantendrías al margen, Hudson - su expresión era seria.
- ¿Y dejar que manipularas a mi hija?

Estaba claro que me había perdido una parte crucial de la historia.

- ¿A cual de tus hijas? Porque he encontrado a esta pobre chica llorando fuera.

Agarró a Ónix del brazo y la metió en la habitación bruscamente.

- "Lo siento" - vocalizó sin producir sonido.
- Ella me ha contado lo que tramas y que tú - me apuntó a mi con su pistola - me has traicionado.
- ¡No la toques! - gritó mi padre.

Ella bajo el arma con tranquilidad y se dirigió a él.

- A diferencia que tú, yo nunca haría daño a alguien de mi misma sangre.

Debía hacer algo para detener esto, pero, ¿el qué?
Miré a Ónix, que estaba a mi lado, y un bote de alcohol de la mesa del frente. En una mirada nos lo dijimos todo.

- Jamás he dañado a mis hijas.

Quería librarme de ese libro para siempre.

- ¿Llamas hija a un clon? ¿Cómo puedes haber usado a Amatista de tal forma?

Y sólo había una manera de deshaceme de él.

- De la misma forma que lo hiciste tú, desgraciada.
- Perdona por salvar a tu hija de morir de hambre y frío en Ucrania.
- ¡Ahora! - grité.

Ónix fue a por el bote de alcohol mientras yo le arrebataba el arma a Emma y apuntaba a ambos.
Le tiré el libro a Ónix, quien lo cogió al vuelo.

- Empápalo bien - ella asintió y comenzó a vertir el líquido incoloro, mojando las tapas marrones -, y vosotros, no mováis ni un dedo o me marco un "Francotirador".

Con la otra mano fui buscando cualquier cosa con la que prender fuego.

- Y ya me podéis ir contando de que os conocíais.
- Te he ocultado algo, Amatista. Cuando te seguí por el bosque hasta tu casa, tu padre me vio - hablaba con desdén -. No tuve más remedio que contarle nuestro secreto.
- ¿Cómo se te ocurrió?
- ¿Cómo iba a saber yo que tu padre es científico loco? - dijo com sarcasmo.
- ¿Querer cambiar el mundo es estar loco?

"Bingo", pensé al tocar unas cerillas. Las cogí y saqué una.

- Bueno, no sé si estarás loco o no, y tampoco sé si el mundo cambiará algún día. Lo único que sé es que nadie volverá a influir en el destino de nadie - encendí la cerilla lentamente.
- ¡No! - gritó Emma - ¡No puedes hacer eso!
- ¿Y quien me lo va a impedir? ¿La persona que le dio el libro a un científico loco?

La cerilla comenzaba a consumirse.

- ¡No estoy loco! Amatista, piensa en todas las cosas que podemos hacer, juntos, como en los viejos tiempos - dijo en tono nostálgico.
- Ya es demasiado tarde.

Ónix puso el libro en la mesa y tiré la cerilla. Pude ver como las llamas se iban avivando.

- Adiós Amatista - dijo Ónix tristemente - supongo que ya no me verás más.
- Te veré cada vez que me miré al espejo, hermanita - le alboroté el pelo.
- Te quiero - me abrazó.
- Y yo a ti.

Cada vez veía todo más borroso, aumentando las manchas negras que me nublaban la vista.

No sabía que sería lo siguiente que vería, pero me gustaba esa incertidembre.

La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora