El vestido

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Llegué a la salida y vi, como de costumbre, a Alexandra y a Lucas.
- Amy - me llamaron casi al unísono.
- A las seis voy a tu casa para prepararnos, y luego, las ocho, nos viene a buscar Lucas - dijo Alexandra.
- ¿Vamos a tardar dos horas en prepararnos?

Que ni se le pase por la cabeza embutirme en un vestido repipi, aplastarme el pelo con un peinado ridículo y tupirme los poros con un maquillaje hortera.

- Vas a cumplir quince años, tienes que estar guapa - al decir esto último inclinó la cabeza y sonrió.
- Vale, vale, solo te advierto que no me pienso poner nada que no sea de mi agrado.
- Sí, sí, tú solo preocupate de que no se te ponga esa arruga en la frente que se te pone cuando estás irritada. Esa, esa misma - me señaló.
Me toqué la frente verificandolo.
- Chao - dije mientras me iba.
- Chao Amy - volvieron a decir al unísono.

Llegué a mi casa y estaban las luces apagadas.
- ¿Mamá? - pregunté.

Se me pasó de todo por la cabeza. ¿Habría venido Emma a eliminarme? ¿Se habría encontrado a mi madre y se había deshecho de ella? ¿Cuánto tardaría en aparecer?

Entonces oí unos pasos desde la cocina. También unas luces.
- Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz.
Eran mi madre y Sergio, salían de la cocina con una tarta que podían coger con una sola mano.
Tenía quince velas.

Dejaron la tarta en la mesa e inmediatamente les di un abrazo.
- Gracias mamá.
- De nada cariño.
- Gracias Sergio.
- De nada Amatista.

Encendimos las luces y nos comimos la tarta. Era de turrón, mi favorita.
Mientras masticábamos les conté que Alexandra me iba a hacer una fiesta y que vendría a maquillarme y eso.
- Llegaré antes de las doce.
- Tranquila, puedes llegar un poco más tarde - dijo mi madre.
Sergio la miró con cara de indignación.
- No creo que llegué más tarde de las doce - insistí.
Sergio volvió a su habitual cara de tranquilidad.
- Bueno, de todas formas puedes llegar tarde, si te lo estás pasando bien y no quieres marcharte.
Cara de indignación.
- No creo que me lo pase bien.
Tranquilidad.
- Tú no te preocupes, no te esperaré despierta.
Indignación.
- Ya pero, posiblemente, cuando llegue aún estarás despierta.
Tranquilidad.

Entonces sonó el timbre.
Abrí y, como esperaba, era Alexandra.
Miré mi reloj de muñeca, no eran ni las cinco y media.
Traía dos perchas con vestidos, pero no se podían ver porque estaban cubiertos por fundas de color beige.

- Llegas un poco pronto ¿no? - cerré la puerta tras ella.
- Bueno, es que no quería ir justa de tiempo - tenía la respiración agitada.
- Tranquila, que tiempo no te va a faltar.

Alexandra se dirigió a mi habitación a ir preparando las cosas mientras yo fui recogiendo los platos de tarta. La invité a ella a un trozo, pero no quiso.

- Cariño - me llamó mi madre -, antes de irte deja que te saque una foto.
- Sí - grité por el pasillo.

Llegué a la habitación y, sobre la cama, vi un vestido.
Era, simplemente, no sé como explicarlo, era... era... era...
Horrible.

Estaba hecho de un estampado de flores rosa y verde.
Tenía la espalda abierta y no estaba segura de si tenía mucho escote, o era muy corto, o ambas cosas.
El vestido era totalmente pegado y en la parte de abajo tenía como si fuera unas gasas rosa chillón.
Me recordaban a la cola de una sirena, pero más cutre.

Mientras examinaba el vestido con una cara indescriptiblemente asqueada ella me miraba a mí con una sonrisa de oreja a oreja.

¿Por qué sonreía? ¿No veía que lo odiaba?

Entonces me di cuenta de que llevaba otro vestido en la mano, pero éste aún estaba cubierto con la funda beige.
Levantó la cobertura y me enseñó el vestido.

- ¿Te gusta? - me preguntó.

La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora