¿Ónix o Amatista?

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Me desperté como solía hacer, y fui a clase como solía hacer mientras Amatista estaba de "excursión".

Ya me había convencido poco su estúpida coartada, pero mis teorías se afirmaron cuando vi a Alexandra.

- Hola - me acerqué a ella.
- Hola - dijo extrañada, no solía hablar con amigas de mi hermana.
- ¿No deberías estar de excursión? - pregunté alzando una ceja.

Negó con la cabeza.

- Es sólo que mi hermana dijo que iría de excursión con el grupo de teatro, en el que tengo entendido que estás.

¿Cotilla yo? No, sólo quiero saber dónde está mi hermana, y de paso que se lleve una buena bronca de mis padres.

Cuando volví a prestar atención a Alexandra, que estaba literalmente en estado de shock.

- Oye, ¿estás bien? - pregunté aunque no me importara.
- ¿Dices que Amatista a desaparecido?
- Sólo he dicho que si es verdad que hay una excursión.
- Tengo que hablar con el director - ignoró lo que había dicho.

Entonces comenzó a caminar ignorándome más descaradamente aún.

- Sabes algo que yo no sé, ¿verdad? - dije persiguiéndola.
- Sé demasiadas cosas Ónix, y una de ellas es que esto no va contigo - siguió caminando sin ni siquiera mirarme.

Estaba claro que mi hermana era más divertida, carismática y popular que yo, pero ya estaba harta de estar a su sombra.
Siempre he sentido que debía ser como ella, que la única forma de que me aceptaran, sobretodo mi padre, era ser un clon de Amatista.

Otra persona que quería que fuera como Amatists era Gabriel, y debía ir a ensayar con su grupo esta tarde.
Tras las clases fui a mi casa, me vestí con ropa de Amatista y me puse unas lentillas violetas que previamente había comprado en la óptica más cercana.

Habíamos quedado en el garaje de su casa, cómo no saber dónde estaba el garaje de su casa, en el que me pasaba horas espiándole tras un arbusto.
Eso a sonado algo psicópata, o romántico, según como lo mires.

Hasta me estoy pareciendo a Amatista con ese tipo de expresiones, dijo lo mismo cuando me pidió que la acompañara a casa de un chico que le gustaba para robarle el teléfono móvil, yo le dije que parecía una psicópata, y ella me respondió que sólo estaba enamorada.
Tan enamorada de él como su amiga Alexandra.

Llegué a su casa y pasé directamente a su garaje, que se encontraba abierto.

Allí lo vi, afinando su guitarra, con su pelo negro cayéndole sobre la frente, y sus pantalones de cuero desgastados.

- Hola - dije para que se percatara de mi presencia.
- Hola - al oir su voz se me aceleró el corazón -, los demás aún no han llegado, ¿vocalizamos?

Sonreí ante su proposición, dando a entender que la respuesta era afirmativa.

Sus manos se movían en el teclado para dar mis notas, yo mientras tanto las entonaba a la perfección.
Luego nos sentamos juntos en el piano y toqué algunas piezas que sabía de memoria, cantábamos juntos.
A veces nuestras manos se rozaban sobre las teclas, me daban escalofríos.

- ¿Sabes una cosa? - dijo de repente.
- Sé muchas cosas, pero quizás me sorprendas - me hice la interesante.
- Me gustas, Amatista.

No sabía como sentirme, a Gabriel le gustaba yo, quizás Amatista haya llamado más su atención, pero era conmigo con quién tenía tantas cosas en común y quién estaba perdidamente enamorada de él.
Aunque si le decía ahora que era Ónix, definitivamente cambiaría todo lo que piensa de mí.

Miraba mis manos mientras jugaba con la manga de mi jersey violeta que enseñaba el ombligo.

- ¿Qué te ocurre, Amatista? - recalcó esa palabra.

Le miré confundida, él tenía una media sonrisa casi burlesca.

- ¿Lo sabías?
- Claro, Amatista no canta tan bonito como tú - ¿me estaba piropeando? -, todos nos dimos cuenta cuando hizo de Blancanieves en aquella obra de sexto.
- Entonces, ¿por qué le dijiste a ella que se uniera a la banda y no a mí?
- Digamos que me daba vergüenza - sonrió timidamente.
- ¿Eso significa que te gusto un poquito? - eso ha sonado algo infantil.
- Significa que me gustas mucho - se acercó a mí.

"Iba a besarme, iba a besarme", ese pensamiento se repetía una y otra vez en mi cabeza como si de algo malo se tratara.
Era inminente que iba a ocurrir, cerré los ojos, incliné la cabeza y puse morritos.

Después del beso seguimos hablando y cantando, pero no cómo Amatista, sino como Ónix.
Auque que más dará eso si mi padre sigue pensando igual.

Llegué a mi casa, cené y me preparé para ir a la cama.
Fui al baño y me lavé la cara, luego me miré en el espejo y mis ojos estaban violetas.
Miré en el estuche de las lentillas y estaban allí, mis ojos se habían vuelto violetas.
Toqué mis venas con euforia, por fin tanto tiempo en el laboratorio había dado su resultado.

- ¡Papá! - grité sin importarme la hora - ¡Lo hemos logrado!

La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora