¡Para al suicida!

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Abrí los ojos rápidamente en cuanto oí como una voz masculina informaba a los pasajeros de turbulencias por el megáfono.

Me puse el cinturón de seguridad, tal y como me indicaba la luz roja que se situaba sobre mí.

Casi de la nada apareció Olivia para comprobar que todo iba bien, pero un temblor hizo que cayera.
Por consecuente su tacón me cayó en la cabeza.

- ¡Ay! - pronuncié más por el susto que por el dolor.

La verdad era que no me había dolido, bueno, claro está que Olivia se había hecho más daño.
Cuando se levantó frotándose la cabeza y volvió a su asiento, junto al resto de azafatas.

El avión seguía con sus bruscos movimientos, haciendo que me tambaleara de un lado al otro.

Yo estaba tranquila, lo peor que podía pasar en una circunstancia como esta era mi propia muerte, y yo no temía a la muerte, claro que no.
Si muriera sólo me sentiría mal por mi familia y mis amigos que me quieren o al menos eso me hacen creer.
Lo que no me gustaría nada es que hubiera un accidente y llamaran a mis padres, eso sí que no podía pasar.

Debía hacer algo, lo que fuera.

El avión volvió a tambalearse, esta vez que mucha más fuerza.
La cosa no mejoraba, eso estaba claro.

¿Habría Emma usado el libro para que hubieran turbulencias? ¿Hasta tal punto llegaría la maldad de esa mujer? ¿Mataría a todas las personas de este avión sólo para librarse de una adolescentes pesada?

Una cosa es matar a un hombre, y otra bien distinta es crear un atentado terrorista.

El avión volvió a balancerse, y esta vez me tumbé, sin querer evidentemente, encima de la pobre señora que tenía al lado.
Esa señora de pelo canoso debía de estar harta de mí.

Después de reincorporarme miré al resto de personas.
Vi a unos rusos que rezaban, o insultaban a alguien, quién sabrá. Otra señora abrazaba a su hijo.

¿Y si todas estas personas mueren por mi culpa?

Seguí observando a los pasajeros con un dolor en el pecho indescriptible, pero no nuevo.
Fue lo mismo que sentí al ver a mi padre muerto, y lo perdería otra vez.
Esas palabras hacían eco en mi mente haciendo que el dolor se extendiera aún más.

Me levanté de mi asiento y me dirigí hacía la cabina de los pilotos.

Estaba acostumbrada a hacer locuras, una más, una menos, que más da.

Olivia me vio intentando abrir la puerta, que, cómo no, estaba cerrada.

- Amatista, deberías estar en tu asiento, con el cinturón puesto - dijo con tono de reprimenda.

Otro temblor me hizo perder el equilibrio, pero no llegué a caer.

- Abre esa puerta - casi le ordené.
- No puedo, los pilotos están haciendo todo lo que pueden para que no haya más problemas.
- Tú sólo abre la maldita puerta y me lo agradecerás - esta vez fue una orden clara y directa.

Ella, obedientemente, abrió la puerta con su tarjeta.

- No sé por qué estoy haciendo esto - dijo irónica.
- Porque sabes que el avión va a estrellarse de todos modos - entré al gabinete casi dando saltitos.

Ella sabía que no había forma de que el avión recobrara su rumbo, ha viajado muchas veces y sabrá de sobra cuando la caída es inminente.

Lo que vi allí me sorprendió.
El piloto estaba inconsciente, con la cara sobre el volante.
A su lado, el copiloto lloraba agarrando el mando de control con inseguridad.

- ¿Qué le ocurre? - pregunté al hombre de unos treinta años.
- No quiero vivir - dijo entre lágrimas.

"Lo que me faltaba" pensé.

- Pues tírese de un puente - dije histérica.

El llanto de aquel hombre se hizo más fuerte.
Debía tener paciencia, era un tema delicado.

- ¿Usted tiene familia? - rectifiqué.
- Sí - dijo tranquilizándose.
- ¿Y cree que a su familia le gustaría que se suicidara? - casi reprimí.
- Mi familia me odia - sollozó.
- Vale, vale, ¿tiene amigos?
- No - sus lágrimas seguían saliendo.
- Pues ahora yo soy su amiga, ¿mataría a una amiga suya?

"Como diga que sí me empiezo a dar cabezazos contra la pared" pensé irónica.

La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora