¿Gracias?

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Los días pasaban y cada vez Amatista estaba más extraña, era como si no fuera ella.
Amatista era irresponsable, fiestera, presumida y algo egocéntrica. Ahora es como... como si le hubieran borrado la memoria.
De un día para otro a comenzado a comportarse de una manera muy extraña, como si estuviera todo el rato pensando en algo que desconociera.
Antes nos lo contábamos todo, ahora no nos decimos ni la hora.

Hoy, antes de la prueba, estuve hablando con ella, contándole lo que sentía por un chico y me dice que no puedo estar con él.
Entiendo que él no sea el canon de chico perfecto, pero me gustaba, y debía respetarlo.

Dejé mi enfado atrás y decidí hacercarme a la clase de fotografía, se me había quedado una foto allí.
Entré en el aula y no podía creerlo, allí se encontraba Gabriel, sacaba una foto a unas flores, unas rosas para ser exactos.
Me quedé en la puerta, observando su pelo de punta, sus percings, su chupa de cuero.

Me gustaba como sacaba las fotos, les daba un enfoque original. El otro día estuvimos fotografiando mariposas, el fotografió una en concreto desde arriba, cambió el filtro y juro que parecía una cara endemoniada. Fue tan buena la foto que la usó para el logotipo de su grupo, llamado mariposas sangrientas, nunca más exacto.

Tenía curiosidad por saber cual sería su próxima obra de arte, pero no quería que supiera que estaba allí, así que decidí esperar a la próxima clase, por lo que me fui. Estaba saliendo de la clase cuando tropecé con una silla, lo que produjo un estridente sonido. Gabriel se dio la vuelta y me miró fijamente. Agarraba la cámara de forma despreocupada con sus manos, con uñas pintadas de negro.

Hubiera huido, salido corriendo, pero no. Y no era porque mis pies no respondieran a lo que les decía mi cerebro, sino para demostrarle a Amatista que yo hacía lo que quería, que no siempre ella tenía la razón.

- ¿Ónix? - preguntó con su voz ronca, debió haber tenido un concierto anoche.
- Esa soy yo - dije disimulando mi histeria -. Gabriel, ¿verdad? - como si no lo supiera de sobra.
- Sí - sonrió.
- Venía a buscar una foto que saqué el otro día, la tengo que retocar.
- ¿Puedo verla? - preguntó amablemente.
- Toma - extendió sus ásperas manos de tocar la guitarra.

Miró la foto de la espuma del mar con detenimiento.

- No es tan buena como las tuyas, pero...
- Qué dices, es muy buena - interrumpió.

Se acercó para que también pudiera verla.

- Pero le falta algo, ¿no crees?
- Sí - respondió pensativo -, es una foto muy buena, pero no transmite nada. Es decir - rectificó pensando que pudo haber herido mis sentimientos -, está muy bien hecha, pero necesita...
- Mi toque personal - terminé la frase.
- Exacto - dijo entusiasmado.
- Quizás si cambio la nitidez.
- ¿Y si lo probamos ahora? - fue rápidamente al ordenador que allí había.

Escaneó la foto y aumentamos las nitidez de la imagen.

- Ha quedado muy bien - contempló el resultado en la pantalla -, y ahora imprimimos - pulsó imprimir.

Los dos observamos como salía la brillante fotografía de la impresora. Los enveces de nuestras manos se rozaban produciéndome un escalofrío.

Al terminar de salir el impreso, lo cogió con un hábil movimiento de mano para que no cayera al suelo. Tras eso la sopló para terminar de secar la tinta y me la entregó.

- Me encanta - dije evitando sonreir más de la cuenta -, gracias.
- ¿Por qué? - preguntó extrañado.

¿Por qué le había dicho gracias? Odio cuando mi subconsciente hace de las suyas.

- Por haberme ayudado con la foto - improvisé.
- No las des, el mérito es sólo tuyo.

Lo único con lo que pude responder fue con una sonrisa, una que dejaba ver la felicidad que sentía al estar con él.

Gabriel no era un chico malo, y eso lo tenía claro. Era dulce y amable, además, tenía ese toque sensible que toda mujer busca en un hombre. Toda mujer menos mi hermana, ella era diferente.

La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora