Plan perfecto

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- Hey Amatista, ¿hace una magdalena? - me preguntó Alexandra guiñándome un ojo.
- No, pero tampoco me importaría que me trajeras una manzana - dije sin nisiquiera mirarla mientras rebuscaba en mi bolso de cuero negro.
- ¿Roja o verde?
- Roja - contesté medio cantando.
Cuando por fin se fue saqué mi libro del bolso y mi pluma.
Mi libro era de un marrón aterciopelado con un broche color oro con la forma de una estrella de seis puntas que me permitía abrirlo. Al abrir el broche había un bolsillo que guardaba una pluma totalmente blanca, como única excepción su punta dorada.
Entoces la saqué de su lugar y entrelacé mis dedos en ella, lo que me produjo cosquillas.
Abrí el libro por una página al azar y rocé la pluma con el amarillento papel.
Siempre que escribía en alquel libro me sentía como Wiston Smith de el libro 1984 de George Orwell.
Cuando estaba a punto de comenzar a escribir apareció Alexandra. Rápidamente guardé la pluma y cerré el libro de tal manera que no pudiera ver su contenido, lo hacía mínimo una vez al día, así que era capaz de ocultar el libro en un tiempo record, vamos Usain Bolt, a que no puedes superar eso.
- Alex, ¿dónde está mi manzana? - pregunté extrañada al ver que solo traía su magdalena.
- No se, - dijo con su risita super cursi y super irritante - que tal si vas a la cola tú y coges una.
Giré la cabeza para mirar que era eso tan divertido que quería que viera de cerca. Era ese chico de último curso tan mono que me gustaba un poco, solo un poco. Era flacucho y no muy alto que digamos, bueno más alto que yo aunque eso era bastante fácil, tenía el pelo negro y la piel blanca, y los ojos azules. El problema era que ni sabía su nombre, el probablemente tampoco supiera el mío y además hablar con él sería más complicado que encontrar una aguja en un pajar. Primero por mi incapacidad de hablar con personas que no sean de una confianza infinita y segundo porque no es muy abierto, tiene muy pocos amigos, así que lo de hacerse amiga de sus amigos también es complicado. Total, que mis posibilidades de estar con el son nulas.
- Y que tal si vas a la cola tú y la coges - respondí poniendo mala cara.
- Pues bien, te quedas sin manzana - dijo sentandose en frente de mí y cruzando los brazos, como odiaba que hiciera esas cosas de niñas de primaria.
- Te recuerdo que el bol de las manzanas rojas está al lado del microondas. - me señalé el corazón, llevó un marcapasos.
Estuvo en silencio unos segundos y después le dio un espasmo como si hubiera tenido una super idea.
- Que tal si te acercas lo máximo posible al microondas y cuando él mire le pides que te alcance una manzana, se preguntará extrañado por qué no la coges tú y así habrá un tema de conversación.
La idea no era nada mala, pero que nada mala, pero no quería hacerme la víctima ni hablar de una cicatriz que tenía entre los pechos.
- Por favor, ve tú - le medio rogué.
Simplemente ladeó la cabeza de lado a lado.
Iba a ser imposible sacarla de sus treces, y bueno, ya me había automarginado bastante con que a nadie le importaría que hiciera el ridículo. Así que me pregunté << ¿Por qué no?>>.

La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora