Amuleto

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- Bueno - pareció dejar atrás su enfado -, ¿qué clase tienes ahora?

<Ojalá lo supiera> pensé.

- No sé - respondí.
Puso sus ojos, tan negros que pensaría que no tenía pupila de no ser por la banda blanca del derecho, en blanco.
- Eres un completo desorden - por vez primera sonrió.
- ¿Y a ti que asignatura te toca? - intenté continuar con una conversación normal entre hermanas normales.
- Mates.
- Es lo que yo acabo de dar, ¿por que no has estado en la misma clase que yo?

Si estábamos en el mismo curso, deberíamos estar en las mismas clases.

- Yo voy a mates avanzadas, ¿no te acuerdas? - hizo un gesto de confusión.
- Pero yo también estaba en matemáticas avanzadas - dije más bien para mí misma.
- Claro hermanita - me habló como si estuviera loca -. Ahora, ¿me dejas entrar a clase?

Miré a los lados y me di cuenta de que estaba entre ella y la puerta, rápidamente me aparté.
- Gracias - inclinó la cabeza hacia mí y entró en la clase.

Me iba a costar mucho, pero mucho acostumbrarme a mi nueva vida.

Caminé por el pasillo siguiendo a Marta, mientras caminaba con un andar moderado para llegar a clase a tiempo, las ondas de su pelo rebotaban contra su mochila.
Seguí con las clases lo más "normal" posible.

Llegamos al comedor y vi a Alexandra, por fin algo igual que en mi otra... en mi antigua... antes de todo este rollo.
Estaba sentada sola, comiéndose unas fresas, como aquella vez que compartimos unas fresas. Era genial como compartíamos también el gusto por las frutas rojas.
Entonces recordé la manzana, miré alrededor para buscar ese rostro avergonzado por haberme lanzado una fruta a la cabeza.
Estaba allí, en la cola para, oh vaya, justamente para coger manzanas, no pude evitar sonreir.

Me decidí a acercarme a Alexandra, con paso decidido, sin miedo. En esta realidad me sentía mucho más fuerte, como si pudiera enfrentarme a cualquier cosa.
Me gustaba esa sensación.

- Hola - me senté en frente de ella.
- Hola - dijo de una forma casi imperceptible, parecía triste.
- ¿Qué te pasa?

Justo después de estas palabras recordé que debía tener cuidado con lo que decía, ya había extrañado bastante a mi hermana. Me resultaba raro pensar que tenía una hermana.

Alexandra estaba a punto de contestar cuando una vocecilla chillona la interrumpió.
- Hey Amatista - Marta me llamaba otra vez, qué pesada.
- Tus verdaderas amigas te están llamando, deberías ir - ni siquiera me miraba.
Decidí irme, pero debía saber que había pasado entre Alexandra y yo.

De repente sonó la campana, hora de ir a clase, ni sabía que me tocaba, ni sabía que día era hoy, ¿jueves? Agh no, todavía era lunes, que iba a hacer, esto de vivir en otra... vida era agotador.

Seguí a Marta por los abarrotados pasillos hasta la clase del profesor Peñate, al parecer me tocaba química, íbamos a analizar piedras semipreciosas.

- Ahora, os contaré algo muy interesante sobre esta piedra tan singular - dijo el profesor señalando la foto de una piedra violeta de la pizarra -. La amatista es un cuarzo púrpura, es una piedra empapada en la magia antigua. Es, quizá, tan popular hoy en día como lo fue hace dos mil años. Protege de la brujería si está grabada con las figuras de la Luna y del Sol y va atada al cuello con plumones de pavo real y las plumas de una golondrina, En la magia renacentista, las amatistas grabadas con la imagen de un oso se usaban como amuletos protectores. En épocas greco-romanas, los anillos de amatista engarzados en bronce se usaban como amuletos contra el mal. En definitiva, esta piedra te protege de cualquier tipo de magia, tanto buena como mala.

Marta no paraba de mirarme y de darme leves codazos.
Después nombró el zafiro, el cuarzo, el rubí y, ¿el ónix? Era una piedra negra, muy brillante y, al parecer, puede tener también bandas blancas.

- ¿Es que tus padres solo les ponen nombres de piedras a sus hijas según el color de sus ojos? - susurró Marta - Amatista, Ónix, ¿que será lo siguiente? ¿Esmeralda?



La Chica De Los Ojos Violetas #NDAWARDS2016 #ColorFulAwards Donde viven las historias. Descúbrelo ahora