Emociones

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Forks, Washington. Jueves 30 de mayo de 2006. Casa de los Cullen, por la noche.

Tras un silencio de un minuto, en el que a juzgar por las caras, cada uno estaba devanándose los sesos en busca de una buena explicación, Carlisle carraspeó (ruidosa e innecesariamente) para atraer la atención antes de hablar.

-Podemos seguir con eso más tarde –sugirió Carlisle-. Bella nos reunió hoy aquí por otra razón, más urgente.

-Sí, yo... necesito ayuda –expuse, un poco incómoda al ver todos los rostros girados hacia mí. No me sentía a mis anchas siendo el centro de atención.

-Te escuchamos. ¿Qué tipo de ayuda exactamente? –quiso saber Esme.

-Por una parte, necesito proteger a Sheila y Alex, y hacerlo lo antes posible –expliqué-. Quien sea que está tras ellos falló esta vez en eliminarlos, pero es posible, diría incluso que probable, que siga intentándolo. Me sorprende que todavía no les haya pasado nada, pero cada hora que pasa están en mayor peligro.

-Ellos son bienvenidos a quedarse con nosotros por todo el tiempo que haga falta –ofreció Esme de inmediato.

-Muchas gracias, es muy generoso de tu parte, pero Alex no tiene permiso para salir del Estado de Arizona –mencioné-. Podríamos sacarlo a escondidas si las cosas se enredaran demasiado, pero preferiría no complicar más su situación penal.

-Claro, claro... no tuve eso en cuenta, perdón –se disculpó Esme.

-No hay nada que perdonar, Esme. Lo que necesito es que alguien vaya a Arizona y se quede con ellos, protegiéndolos –expuse, mirando directamente a Esme-, y me parece que tengo a la persona ideal para eso.

-¿Yo? –preguntó Esme, confusa.

-Claro que sí. Es perfecto: podrías pasar por una amiga de Sheila que se está quedando de visita con ellos por unos días –sugerí-. Por una cuestión de edades, eres la más indicada. Sheila tiene veinticinco años, tienes veintiséis, además que las dos tienen suficientes cosas en común como para posar como amigas.

-Tengo bastante más de veintiséis años, Bella –me sonrió Esme.

-Te juro que no aparentas ni uno más de veintiséis –le respondí con otra sonrisa.

-Todo eso está muy bien, pero ¿no sería mejor enviar a dos personas, ya que también hay dos personas que proteger? –sugirió Edward-. Además, así sería más fácil que uno de ellos fuese a cazar, por ejemplo, sin dejar a Sheila y Alex desprotegidos.

-Ya llego a esa parte –aclaré-. Antes de eso, Fred sigue muy mal, está en estado crítico a estas alturas, y necesito que Carlisle lo vaya a ver cuanto antes.

-Iré a verlo, aunque no garantizo que vaya a descubrir qué tiene exactamente cuando todos los otros médicos no lo consiguieron –se atajó Carlisle (otra vez).

-Sospechamos, papá y yo, que Fred está siendo envenenado –expuse velozmente-. Tu sentido del olfato debería ayudarte a establecer rápidamente si eso es así o no.

Carlisle me miró estupefacto un momento antes de asentir respetuosamente, casi diría que con admiración.

-Eso me lleva al siguiente punto –seguí, satisfecha de cómo se estaban desarrollando las cosas-. Edward, necesito que vayas con ellos, que le ayudes a Carlisle con el diagnóstico y que después te quedes con Esme, Alex, Sheila y Fred.

-¿Yo? –preguntó él, sorprendido-. ¿Por qué yo?

-Porque tienes dos licenciaturas en medicina, y puedes pasar sin problemas por el hermano menor de Esme, que va con ella a visitar a sus amigos de infancia –expliqué, evitando por muy poco rodar los ojos.

Swan, Bella SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora