Enamorada y traidora

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Forks, Playa de La Push, el día de la visita de Bella y sus amigos.

La Push resultó, tal como yo recordaba de las visitas en mi infancia, una extensión de pedruscos fríos y ventosos, pero al menos había algo de sol ese día, un cambio bienvenido. Las mareas y los hoyos repletos de vida acuática, auténticos acuarios naturales, me resultaban fascinantes. Al mismo tiempo, aunque intenté relajarme, mi mente seguía analizando el terreno y no pude evitar llegar a la conclusión que sería muy simple hacer desaparecer una persona por allí. Había acantilados cerca por los que arrojar a alguien, además de kilómetros cuadrados de fríos y húmedos bosques casi inexplorados en los que se tardaría semanas en encontrar un cadáver.

Me caí un par de veces mientras caminábamos por el bosque, pero por suerte acabé con no más que algunos raspones en las palmas de las manos y los rodillas de los pantalones teñidas de verdín. Eso fue en verdad lo más en peligro que estuve en todo el día, y era un cambio agradable.

La fogata de madera de playa me fascinó. Las llamas azuladas y verdosas por la salinidad marina eran asombrosas, de algún modo hechizantes. Los sándwiches y refrescos de algún modo sabían mejor allí, ante un fuego tan extraño y bonito, y me encontré disfrutando de la salida pese a todo.

Más tarde llegó un grupo de chicos de la reserva indígena cerca de allí, y pronto trabé amistad con Jacob, al que honestamente no podía recordar de mis vacaciones anteriores en Forks. Él no pareció ofendido por eso, y charlamos con familiaridad por un rato. Me era muy fácil conversar con él y sentirme a gusto, algo que no sucedía con frecuencia con personas que prácticamente no conocía. Yo era muy desconfiada, además de tímida.

La víbora rubia, alias Lauren Mallory, tuvo que sacar a colación a los Cullen. Por suerte no tuve que decir gran cosa, porque uno de los chicos indígenas, un grandote forzudo de nombre Sam, cortó el tema diciendo que los Cullen no iban allí. Aunque no se volvió a mencionar nada al respecto, intuí de inmediato que tras la brusquedad de sus palabras se escondía algo más, y supe que tenía que averiguarlo.

Engatusar a Jacob para que diese un paseo conmigo fue fácil. Intenté coquetearle un poco, e increíblemente funcionó. Yo no tenía idea de cómo comportarme y me sentí ridícula la mayor parte del tiempo, pero Jacob habló y eso era lo que me importaba. Me contó superficialmente algunas leyendas ancestrales antes de llegar a la parte interesante.

-Otra leyenda afirma que descendemos de los lobos, y que éstos siguen siendo nuestros hermanos. La ley de la tribu prohíbe matarlos –me explicó con una sonrisa irónica, dejando en claro lo poco en serio que se tomaba esos cuentos-. Y luego están las historias sobre los fríos.

-¿Los fríos? -pregunté sin esconder mi curiosidad.

-Sí. Las historias de los fríos son tan antiguas como las de los lobos, y algunas son mucho más recientes. De acuerdo con la leyenda, mi propio tatarabuelo conoció a algunos de ellos. Fue él quien selló el trato que los mantiene alejados de nuestras tierras –explicó Jacob, entornando los ojos.

-¿Tu tatarabuelo? -le animé.

-Era el jefe de la tribu, como mi padre. Ya sabes, los fríos son los enemigos naturales de los lobos, bueno, no de los lobos en realidad, sino de los lobos que se convierten en hombres, como nuestros ancestros. Tú los llamarías licántropos.

-¿Tienen enemigos los hombres lobo?

-Sólo uno.

Lo miré con avidez, confiando en hacer pasar mi impaciencia por admiración. Jacob prosiguió:

-Ya sabes, los fríos han sido tradicionalmente enemigos nuestros, pero el grupo que llegó a nuestro territorio en la época de mi tatarabuelo era diferente. No cazaban como lo hacían los demás y no debían de ser un peligro para la tribu, por lo que mi antepasado llegó a un acuerdo con ellos. No los delataríamos a los rostros pálidos si prometían mantenerse lejos de nuestras tierras -me guiñó un ojo.

Swan, Bella SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora