Me recuesto en mi mecedora, sintiendo una suave brisa acariciar mi arrugada piel. En este momento, bien acomodado en mi mecedora, abrigado y contento, con el estómago lleno, a buen resguardo de la inminente lluvia y a punto de disfrutar de un espectáculo como pocos mortales han visto, me siento feliz y satisfecho con mi vida.
A mis setenta y cinco años, no puedo decir otra cosa que el que estoy contento. Contento con la manera en que mis días pasan, tranquilos y confortables, pero nunca aburridos. Ahora mismo, por ejemplo, estoy por presenciar un partido de béisbol jugado en una pradera, bajo una tormenta eléctrica, por un grupo de vampiros. Entre los jugadores se encuentra mi ex pupila, de mis lejanos tiempos en el FBI, Swan. Bueno, ahora se apellida Cullen, pero para mí sigue siendo Swan.
Como cada vez que vengo de visita, esta... familia, a falta de un término mejor, me atiende a cuerpo de rey. Las primeras veces yo procuraba no quedarme más de dos o tres días, por eso de la visita y el pescado, pero la última vez me quedé con ellos quince días y ésta vez creo que mi visita será incluso más larga. No es como si yo tuviese muchísimas otras cosas que hacer.
Me sonrío al ver a Swan saltarle encima a su marido, que la recibe con los brazos abiertos y una enorme sonrisa. Con el paso de los años me acostumbré a la idea de Swan casada, pero al principio me era chocante. Claro que después de asimilar la idea que Swan ya no es exactamente humana, un matrimonio no debería ser nada que me moviera el piso.
Tengo que admitir que cada vez que vuelvo a verla, cada diez o doce años, casi espero que Swan haya cambiado... mi mente se resiste a aceptar la idea que alguien pueda permanecer congelado en los dieciocho años durante casi un cuarto de siglo. Veinticuatro años. Hace veinticuatro años que se celebró esa boda... la de Bella Swan y Edward Cullen. Algunos detalles se me escapan, se desdibujan. Al cabo de tantos años no consigo recordar con claridad cómo era el vestido de la novia o qué comida se sirvió en la fiesta. Sin embargo, hay otras cosas que tengo grabadas a fuego en la memoria.
Una de esas cosas, que no pienso confesarle jamás a nadie, es el reencuentro con mi misteriosa amante de una noche, la que encontré hace tanto tiempo en Alaska. Al menos ahora sé que se llama Tanya. No volvimos a vernos después de la fiesta, pero lo prefiero así.
Otra de las cosas que recuerdo en todo detalle, y que me arranca una sonrisa, es cuando Swan arrojó el ramo, con tanta puntería que fue a caer justo en manos de Sheila. Ella lo recibió con una sonrisa sorprendida, y justo ése momento fue el que eligió Alexander para clavar una rodilla en tierra, sacar de un bolsillo el anillo que después supimos llevaba mes y medio acarreando de un lado a otro sin atreverse nunca a hacer la pregunta, y gritar a voz en cuello:
—¡Sheila, mi amor, te amo y quiero que estés conmigo siempre! ¡¿Quieres casarte conmigo?
Sheila gritó un "¡SÍÍ!" que se debió oír hasta Sudáfrica. Tiró el ramo por sobre el hombro y se arrojó encima de Alexander, con lo que los dos se cayeron al piso. No creo que eso les haya importado; estaba muy ocupados comiéndose recíprocamente las caras a besos.
El ramo, a todo esto, había caído directamente en manos de una chica esbelta de cabello castaño que más tarde me dijeron que se llamaba Ángela. Todo el mundo se giró a mirar al novio de la joven, un muchacho moreno y menudo llamado Ben, que se encogió de hombros con incomodidad.
—Lo lamento, no vine preparado –se disculpó en dirección a su novia.
Ah, los recuerdos. Cuando se es un viejo sabueso retirado, con una vida tan agitada como la mía, los recuerdos abundan. Emmett Cullen insiste que debo escribir un libro, que podría ficcionar mis aventuras si lo que pretendo es no tener problemas. Pero yo no quiero. Mis recuerdos son sólo míos, los buenos y los malos, y soy demasiado egoísta para exponerlos a la crítica, la malinterpretación y el juicio de quienes no entienden... ésos son siempre los primeros en juzgar.
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Swan, Bella Swan
FanfictionTras despertar del sueño de 16 horas posterior al regreso de Italia, Bella tiene muchas explicaciones que darle a Edward, empezando sobre por qué hay una pistola bajo el suelo de su habitación y por qué Charlie le inyectó una droga para despertarla...