Culpables

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Washington. Jueves 30 de mayo de 2006. Camino a la casa de los Cullen, por la noche.

Repentinamente, una mano blanca y de dedos esbeltos estaba dando golpecitos contra el vidrio de mi ventanilla. Asustada, contuve apenas el grito que estaba por escapárseme de la garganta.

Ahí estaba Edward, de pie al lado de mi Chevy, sonriendo siniestramente. Por primera vez al mirarlo vi, sin lugar a dudas y a simple vista, un vampiro: hermoso, temible, poderoso.

Y completamente letal.

-Hola Bella, señor Swan –saludó Edward con voz tranquila, medida, sin quitar de su rostro la sonrisa maniática y siniestra, que me ponía los pelos de punta. Eso sí, tuvo que hablar medio a los gritos para hacerse oír por encima del estruendo del motor.

-Edward –musité, con una mano en el pecho, sobre el corazón-. Me asustaste.

-Lo lamento –se disculpó Edward con la misma sonrisa escalofriante-. No fue mi intención asustarte... pero conduce, por favor, Bella, todos en casa están esperándolos.

Algo en el modo en el que dijo la última palabra me hizo pensar que dentro de la casa, más que unos civilizados vampiros vegetarianos, nos esperaba un numeroso grupo de caníbales hambrientos.

-Ya vamos para allá –prometí, poniendo en marcha de nuevo el motor, que se quejó un poco antes de volver a poner la Chevy en marcha, muy lentamente.

Edward asintió, su sonrisa temible más ancha que antes, dejando ver todos los dientes blanquísimos y afilados. Tras una pequeña inclinación de cabeza, salió disparado hacia la casa tan rápido que fue sólo un borrón. Ya no se molestaba en actuar humano.

Charlie y yo intercambiamos una larga mirada. Todo esto estaba siendo tan confuso e inquietante que yo no sabía muy bien qué pensar, ni mucho menos qué decir.

-¿Tienes un backup? –preguntó Charlie en voz baja.

-No. Si había un lugar en que no creí que hiciera falta, era éste –respondí.

Claro que yo no tenía refuerzos de emergencia, ni un plan B ni un as bajo la manga. Le había dejado una nota a Caddy, pero eso no sería una prueba concluyente de nada. Phillips se había ido antes que yo saliera de casa, y Charlie estaba conmigo.

-Mala cosa –suspiró Charlie, mirando al frente.

-¿Entonces? –pregunté, dudosa.

-Adelante a toda máquina –respondió él, como si fuese obvio-. Es demasiado tarde para retroceder.

Tuve que admitir que era cierto. Para bien o para mal, yo había tomado una decisión al venir aquí esta noche, y no había margen para echarme atrás ahora. Los últimos metros los hicimos en silencio, y en mi caso, pensando tanto y tan velozmente que de ser un dibujo animado hubiese debido salirme humo de las orejas. Pensar mucho, sin embargo, no significaba que obtuviese resultados, ya que la mayor parte de mis pensamientos giraban en círculos, demasiado confundidos para decidir nada preciso.

¿Era verdad? ¿Era siquiera posible? Nunca me lo había planteado... Nunca había sospechado de los Cullen, tal como Charlie había señalado... Había considerado seriamente a los Vulturi, pero no a los Cullen...

¿Podían estar detrás de esto los Cullen... o algunos de ellos... o al menos uno? Intenté pensarlo racionalmente. Pese a que mi corazón se negaba de plano a creerlo, forcé a mi mente a considerarlo del modo más neutral posible. Todos ellos habían reaccionado demasiado bien a mis explicaciones sobre mi trabajo encubierto espiándolos a ellos. ¿Habían comenzado a planificar la venganza en ese mismo momento...? ¿Quién de ellos podría haber sido?

Swan, Bella SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora