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      SOPHIA.

      DESPERTÉ POR LA INTENSA LUZ QUE ENTRABA POR LA VENTANA DE NUESTRA HABITACIÓN, mire a mi lado y vi que Caleb se encontraba a mi lado abrazando mi cintura. Bufé molesta ¿No podía cerrar las cortinas en las noches? Para algo las había puesto, prefería levantarme por mi sola o que él me despertara.

Lo miré unos segundos hasta que suspiré resignada, no me enojaría a estas horas por esta tontería. Traté de liberarme de su brazo haciendo que se me dificultara salir cuando me apretó más a su cuerpo.

Luego de unos minutos batallando lo logré, caminé a la ducha dándome un baño como todas las mañanas y me coloqué una ropa casual para poder visitar a Amelia. Un pantalón negro con algunos cortes en el, una camiseta blanca con un logo en ella y unos converse botines negros con blanco.

 Un pantalón negro con algunos cortes en el, una camiseta blanca con un logo en ella y unos converse botines negros con blanco

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Bajé las escaleras y me encontré con Perry quien al verme empezó a saltar emocionado. Me agache acariciándolo un poco antes de buscar algo de comer.

Al final decidí por algo liviano, un simple pan con queso y jamón y un poco de jugo que había comprado en el mercado. Sentí que Perry daba saltos en mis piernas por lo que lo mire, tenía su correa en la boca y en cuanto le presté atención la soltó a mis pies.

—¿Quieres dar un paseo? —El ladró. Le coloqué la correa y salí de casa, no sin antes dejarle una pequeña nota a Caleb junto con un par de sándwiches.

Caminé por las pequeño pueblo de nuestra manada, muchas personas me saludaban por lo que se los devolvía con amabilidad y un par de sonrisas.

Luego de caminar un poco y de que Perry hiciera sus necesidades decidí que era hora de ir a casa de Amelia.

Toqué el timbre y la puerta de inmediato fue abierta por una Amelia sonriente.

—Mi niña, que gusto verte. —Dijo mientras nos abrazábamos.

—También es un gusto verte Amelia.

—Ven pasa, y tú también Perry. —Dijo mientras el saltaba en sus piernas recibiendo sus caricias.

Entré a la pequeña casa soltando a Perry de la correa que de inmediato se acostó en el suelo cansado.

—Debes de tener sed. —Amelia hizo aparecer con sus manos un tazón de agua junto con una pequeña cama.

Él se acercó y bebió del agua para luego acostarse quedando inmediatamente dormido.

—¿Cómo has estado Cariño? ¿Cómo te ha ido estos días con Caleb? —Me senté en el sofá y de inmediato me trajo uno de sus te.

—Muy bien Amelia. Hemos estado genial y cada vez más unidos —Dije sonriendo—. ¿Y tú como has estado? Esta casa parece muy callada, quizás necesite algo de compañía. Te regalaré un perro.

—Oh no, gracias querida pero así estoy bien. Los perros merecen salir de casa y son muy juguetones y yo muy pocas veces salgo de casa.

—Entonces te regalaré un gato.

La Venganza de las Sombras • COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora