Escape

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Llegué a casa, para mi suerte mamá no está. Aunque bueno, ella nunca está en casa, así que no hay problema.

Y ahora, ¿Qué me pondré? ¿Una falda? No, hace frío y pareceré una loca, además ¿Cuándo yo he usado faldas? Tal vez pantaloncillos, una chaqueta, o tal vez...

Está bien, oficialmente no sé que ponerme. Saqué mi celular y marqué el número de Robert, después de dos llamadas perdidas, contestó.

- ¿Si? ¿Hayden?

- Hola, Rob, ¿Cómo estás?

- Acostado.

- ¿Estabas dormido? - Me cubrí la boca con una mano.

- Si. - Su voz estaba muy ronca.

- ¿Te desperté? 

- No, Hayden, ¿Cómo crees? - Sonreí.

- Perdón.

- ¿Qué sucede? ¿Qué es tan urgente cómo para no dejarme tener mi sueño de belleza? - Reí.

- Necesito ayuda, no sé que ponerme.

- ¿Me despertaste porque no sabes que trozo de tela echarte encima? Con todo te ves preciosa, Hayden.

Incluso yo creo que estoy exagerando un poco con esto.

- Es importante. - Hubo silencio, suspiró.

- Bien, depende, ¿A dónde irás?

- A... - Me quedé callada.

¿Qué se supone que deba decirle? No puedo contarle que le daré clases de piano al Sr. Biersack y él me enseñará a cocinar, puede tomarlo a mal, no puedo decírselo.

Vamos, Hayden, piensa.

- Saldré con mi mamá a una reunión con varios de sus amigos, así que no sé que usar.

- Bien, ¿Es elegante o qué?

- Algo casual.

- Bien, ponte ese atuendo con el que fuimos al cine, la vez que vimos "Avengers".

- La chaqueta y...

- Si, ese.

- ¿No es muy simple?

- A mi me encantó, Hayden.

- Pero...

- ¿Para qué me preguntas si no vas a estar de acuerdo? - Reí e imaginé que se estaría sosteniendo el puente de la nariz.

- Perdón. - Sonreí. - Eso usaré. Muchas gracias, Rob, te debo una.

- Lo sé, encanto. Tú tranquila, ya haré algo estúpido y tendrás que perdonarme.

- Tonto. - Sonreí.

- Que te vaya bien.

- Gracias, vuelve a dormir, descansa.

- Claro que eso haré. - Dijo con la voz suave y colgó.

Busqué rápidamente la ropa que Rob me había indicado. Unos pantalones de color negro y un buso de cuello alto con una chaqueta café. Me vestí como pude, me peiné un poco y al ver la hora, me eché a correr.

Llegué a la cafetería y esperé, salí corriendo de la escuela a la casa, me cambié y enseguida corrí nuevamente desde mi casa hasta aquí, sinceramente nunca había corrido tanto, y menos por el afán de ver a alguien.

De verlo a él.

No, no es afán. Sólo eres respetuosa con tu tiempo y el tiempo del Sr. Biersack, y por eso eres puntual, no es nada más.

Señorita Inocencia [Andy Biersack y tu] (EDITANDO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora