Capítulo 19: Despedida

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-Ya no te hare más daño Niobe, lo prometo.

Besaba por última vez sus fríos labios sin recibir algún movimiento de su parte, contemplo su rostro que a pesar de todos los moretones aún tiene esa belleza particular.

Yo fui el culpable de todo eso, si solo me hubiera alejado de ella estaría sana y salva. El mundo que yo le ofrezco no le hace ningún bien, no soy alguien que la pueda proteger porque mi vida está atada al peligro.

Mientras no me libre de Gregory la gente que anhelo será dañada, se podría decir que soy la muerte misma.

-Te amo...- acaricio su mejilla suavemente, beso su frente con demasiada lentitud. No quiero que este momento se termine, no quiero terminar la relación que hemos llegado a tener- te juro que nos es algo que desee hacer, nunca dejare de amarte Niobe.

Mis lágrimas caen en sus parpados, su lenta respiración y mis sollozos es lo único que se escucha en toda la habitación.

-Por una parte pienso que es lo mejor, así él no te seguirá dañando y estarás a salvo, además cabe la posibilidad de que no les agrade a tus padres pero...duele alejarme de tu vida. – beso la punta de su nariz- Te amo- beso la comisura de sus labios- nunca dejare de amarte- coloco mis labios en su oído derecho- Cuando despiertes piensa en las consecuencias si estamos juntos, haz salido lastimada tal vez la próxima puedas perder la vida...no estoy dispuesto a eso.- observo su rostro por unos largos segundos, luego beso sus labios con lentitud- Esta es una despedida Niobe.

Mis lágrimas caen a sus parpados y ellos caen a la almohada, parece como si ella estuviera llorando pero sé que ni siquiera ha escuchado lo que dije.

Salgo de la habitación en silencio teniendo como último recuerdo la sensación de sus labios junto a los míos, me coloco mi capucha y camino hacia el primer piso.

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Kristina

-Bien, termino mi turno.- se retira el mandil de su cintura, vuelve a mirarme con una sonrisa ladeada- ¿Te gusta lo que ves preciosa?

-La arrogancia no es lo tuyo Héctor – le digo con fastidio, recojo mis cosas del estante.

Camino hacia la salida del restaurante que por las noches se utiliza como un bar, pero eso ya no me incumbe ya que solo trabajo por las tardes.

-¿Cuánto por una noche linda?- casi siempre sucede lo mismo, algún que otro borracho me sujeta del brazo y me pide tal cosa o se sobrepasa al tocarme más de lo debido. El bar-restaurante no es uno de los mejores además su ubicación no es en una zona tranquila, se puede decir que está en el bajo mundo y por las noches es aún peor.

-Yo no haría eso si fuera usted- habla Héctor con una mirada fulminante al ebrio de hoy.

-Deja los modales Héctor- retiro mi brazo de su agarre y rápidamente le doy un golpe en su estómago con mi puño- Odio a este tipo de gente.

-No creo que...es mejor irnos Irina el dueño ya te vio- salimos rápidamente del lugar, volteamos en la esquina y seguimos caminando.- Debo felicitarte por ese golpe, vas aprendiendo- bufo con fastidio.

-Mi maestro no me enseña bien y tengo que aprender por mí misma

-¡Ey! Yo te enseño bien- sonrío sin verlo.- ¿y esa sonrisa?

-¡Oh cállate!- camino más rápido alejándome de él, pero escucho sus pasos acelerarse. Al llegar a mi lado me mira con reproche.- ¿Qué?

- Si claro, ignórame- seguimos caminando.

-No es mi culpa que seas tan lento.

-Te sorprenderías lo rápido que soy en otras cosas.

-Créeme lo interesada que estoy por saberlas- digo con sarcasmo.

Ríe, me gusta ese sonido. Inconscientemente sonrío, no, nunca se lo diría.

-Creo que desde aquí tomamos caminos diferentes- dice después de calmarse del ataque de risa.

-Sí, adiós.

-Nos volvemos a ver mañana.

-Es obvio.

-Cuídate- asiento. Y tu también. Nunca se lo diría, no puedo hacerlo.

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En el transcurso del viaje en el taxi me había quitado alguna que otra prenda, también la peluca y los lentes de contacto que ocultaba el color verdadero de mis ojos.

Todo lo guardo en mi bolso, me coloco mi vestido de pedrería dorada y voy quitando las prendas que tengo debajo, no quiero que el chofer vea mi ropa interior al cambiarme de atuendo.

Al llegar a casa le pago al taxista y me encamino a la gran mansión de mis padres, todas las luces están apagadas excepto del gran salón.

-Deben haber salido a otra reunión- susurro al abrir la puerta y ver el gran salón vacío.

Lo primero que hago es guardar el bolso en un lugar seguro de mi habitación, me quito los tacones y me amarro el cabello en una cola alta mirándome al espejo.

Me quedo quieta al mirar mi reflejo en el espejo, debo volver a pintar mi cabello ya que ahora está más claro y parece un color lavanda en vez del morado oscuro por el cual pinte en un inicio.

Mis ojos que son una extraña mezcla de azul con toques ámbar, mis cejas pobladas estaban definidas y de un color marrón oscuro, mis labios rosados no me agradaban lo suficiente ya que el superior es más delgado que el inferior además el moretón tampoco ayuda.

El maquillaje hace milagros para ocultar las imperfecciones.

Tengo belleza eso lo sé, también tengo modales...bueno más o menos, soy inteligente...entre otras habilidades pero a pesar de todo lo que intente nunca lograre que mis padres dejen de tratarme tan fríamente. Y aunque exista una pequeña esperanza de que eso cambie ya no volveré a intentar de agradarles en ellos, deje de hacerlo hace unos años.

No cambiaran su forma de ser, no volverán a lo que antes eran y yo no cambiare para agradarles.

Bajo la mirada y salgo del baño dirigiéndome a la habitación de mi hermano, a él lo tratan mejor que a mí y no lo envidio por el contrario estoy feliz que no tiene tantos problemas causados por ellos como yo. Me preocupa que de aquí a algunos años mis padres comiencen a tratarlo mal, cuando cumpla las ordenes de mis padres estaré lejos de mi hermano y no podre protegerlo.

Lo observo respirar tranquilamente, parece un ángel con su cabello rubio dorado esparcido en pequeños rulos en su almohada y su expresión tan tranquila. Cada vez que observo su cabello me hace recordar el mío, no niego que extraño mi color natural pero prometí que quitaría cualquier parecido físico al de mis padres.

-Duerme pequeño- beso su frente con mucho cuidado de no despertarlo.

Sonrío de lado al verlo hacer un tierno puchero mientras duerme, se acomoda de lado y acomodo su manta favorita encima de él. Pase lo que pase siempre lo protegeré.

Pinte mi cabello para no tener ese color característico de mis padres y también pinte mis cejas para no parecerme a ellos. Tengo suerte que mis ojos no tienen el mismo color que uno de ellos, que mis cejas, nariz y mis labios no sean rasgos que me asemejen a ellos.

Tengo suerte de no ser su hija biológica.

Esta es la historia de NiobeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora