VI

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El año de Lula te encontró cerrando todo en tu casa, procurando que en los quince días que se ausentarían nada suceda. Mientras Paio terminaba de subir los bolsos al auto vos cargaste a Lula, para cerrar la puerta de calle con llave y caminar al auto.

-¿Y el perro? – Preguntastes cuando te paraste a su lado.

-Atrás – por razones obvias solo no se puede quedar, por lo que un compañero de Paio del laburo se ofreció a cuidarlo. Es que las pocas veces que lo vio supo encariñarse - ¿Los chicos ya venían?

-Nos cruzamos en el camino – pero no terminaste de decir eso que sentiste una bocina sonar. Giraste tu cuerpo para divisar el auto de Rama estacionándose detrás del suyo.

-Y amigos, ¿Estan listos? – Un Nacho efusivo les gritaba sonriendo mientras sacaba parte de su cuero por la ventanilla -¿Cómo anda mi pequeña Lulu?

-Es mi pequeña Lulu, Ignacio – gruño Ramiro mientras bajaba a saludarlos – No te eligieron a vos como padrino.

-No peleen ahora, por dios – Paio suspiro, pero no podía evitar no reírse. Es que los hermanos son un personaje - ¿Gonzalo no vino?

-Acá estoy – asomo una mano por la ventanilla trasera - ¿Pensaron que se iban a salvar de mi? – Grito, vos reíste mientras colocabas a Lula en su sillita.

-Ya pensé que iba a ser feliz en este viaje – rodaste los ojos y viste un dedo del medio que Gonzalo te dedico - ¿Partimos?

-Vamos – Paio cerro el baúl y camino al lado del conductor – Vamos a dejar al perro primero.

-Yo pensé que lo llevabas – Ramiro hizo lo mismo que Paio, mientras Nacho volvia a meter su mitad de cuerpo dentro del auto – Despues manejas vos Nacho.

-¿Por qué?

-Porque yo me voy a dormir una siestita con Lula – informo.


Son los angeles que manda el cielo,

Nada mejor que tener,

Amigos para compartir.


Una hora después se sumo a ustedes Bruno, a quien fueron a buscar una vez que el perro quedo bajo cuidado. Era el encargado de llevar el equipo de mate. Mientras vos cebabas y Paio manejaba el jugaba con Lula, quien estaba despierta mirando todo a su alrededor. Dos autos más aparecieron en su camino, sus otros amigos se sumaban al viaje. Habian acordado tomarse unas minis vacaciones todos juntos, como hacían cuando eran chicos. Los abuelos de Florencia tenían una casa quinta en Pinamar, por que luego de sacar cuentas y que cada uno estuviera de acuerdo solo basto para armar los bolsos, poner el día y partir. Y no importaba el mes en el que estuvieran, ustedes querían pasar tiempo juntos. Es que son un gran grupo de amigos, de eso no hay dudas.

-¿Cómo la pasaron anoche? – Bruno les hablaba desde el asiento de atrás. Es que la noche anterior habían salido los dos solos, nuevamente, dejando a cargo a Ramiro de Lula. Es que cuando el mellizo supo que Florencia había cuidado de su sobrina y no el les dio su planteo.

-Bien, el señorito sabe sorprender todavía – sonreíste recordando la salida. No hubo casa en el Tigre, sino que fueron a recorrer la ciudad por la noche y se regalaron algunos besos bajo la luz de la luna.

-Suelo ser romantico – se agrando chacharita – No se puede resistir a mis encantos.

-Callate mejor – lo apuntaste con el dedo – Anoche casi te quedas sin amigo igual – se lo dijiste a Bruno cuando le pasaste el mate.

Retazos de papel (Y de vida) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora