Capítulo 3

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Capítulo 3

Silencio.

Eso era lo que reinaba en el coche mientras mi padre me llevaba de camino a casa de mamá. Pude ver como apretaba los labios intentando no decir lo que se le venía en ese momento a la mente, o como agarraba el volante, tan fuerte que podría haberlo partido, también miraba fijamente en la carretera sin apartar ni un segundo la vista.

En ese momento no pude evitar ver el parecido de ambos.

Su pelo rubio corto iba en todas las direcciones, en cambio el mío estaba muchísimo mejor peinado que el suyo, pero lo que más impactaba eran su ojos azules como el cielo mirando fijamente la carretera escondiendo miles de secretos, los reconocí al instante: eran mis ojos.

Yo físicamente era prácticamente igual que él, en cambio Gabriela se parecía a mi madre.

Un poco irónico teniendo en cuenta las preferencias de ambos en cuestión a padres.

Fui yo la que rompió el silencio, habían pasado diez años sin verle la cara si no en revistas y de repente aparece para sacarme de comisaria, tenía que decir algo.

-¿Cómo me has encontrado?

¿Qué? Fue lo primero que me vino a la mente.

Además tenía curiosidad, siempre solía ser mamá la que aparecía.

-Me llamaron, al parecer tu madre no cogía el teléfono y yo era el siguiente en la lista para recogerte.

-Ah- murmuré, hice una nota mental de hablar con el abogado para cambiar su nombre. Si alguien debía de recogerme cuando me metía en un lío debería ser Gabriela.

Otra vez el maldito silencio incómodo, pero al ver la cara de mi padre supe que se iba a acabar enseguida.

-¿En qué estabas pensado Olivia?

-¿Con respecto a qué?

-En ir a casa de ese tío, fuiste y empezaste a hablarle con el megáfono ¿en qué coño pensabas?

-En intentar acabar con la violencia de género, alguien tiene que dar el primer paso- sonreí pero él seguía serio- además funcionó a la perfección, la mujer pudo salir.

-A costa de tu vida.

-Exagerado- rodé los ojos.

Por favor, si ni siquiera me había llevado un golpe. Como se notaba que no me había visto después de que una manifestación se pusiera complicada. Una vez acabé con un pie roto.

-Ahora te parece eso, pero ¿y si la próxima vez el tío tiene armas? Podría haberte disparado.

-Sólo me tiró un zapato, y ni siquiera me dio. Tenía mala puntería.

-No puedes seguir así.

-Sí que puedo papá, no es la primera vez que voy a una manifestación, sé cuáles son los riesgos y los asumo, tengo derecho de expresión no me pueden arrestar por usar mi derecho.

-Pero si por tirar piedras a una persona.

-¡Él me tiró primero el zapato!- me quejé.

-Oliva no puedo seguir así, no quiero que vayas a más cosas de esas, no puedo estar pensando todo el día que mi hija pequeña podría estar muerta en este mismo momento.

-Ya no soy tan pequeña- intervine indignada- tengo dieciséis años, sé cuidar de mi misma, además antes no sabías lo que hacía y estabas tan contento.

Élite (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora