Capítulo 3

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—Seguro que llega tarde —mi hermana Lara resopló por encima de la carta del restaurante—. Será mejor que no la esperemos.

Mi otra hermana, Lucía, levantó la vista del mensaje de texto al que estaba respondiendo desde su móvil.

—Lara, aún no es tarde. Relájate.

Lara y yo intercambiamos una mirada. Nos llevamos pocos años. A veces tengo la impresión de que en nuestra familia hay dos grupos diferenciados de hijas separadas por una década en vez de los cuatro años que se llevan Lara y Lucía eso hay que sumar dos años más entre Lu y la más pequeña de las cuatro, Clara.

Yo no tengo edad suficiente para poder ser su madre, pero a veces me siento como si lo fuera.

—Espera un poco más —le dije a Lara—.Llegará tarde, pero por unos minutos más que la esperemos no nos va a pasar nada, ¿no crees?

Lara me lanzó una mirada hostil y retomó la carta. La falta de informalidad de nuestra hermana me importaba tan poco como a ella, pero me sorprendía su actitud. Es cierto que a veces se comportaba de manera autoritaria y mandona, pero normalmente no era una persona desagradable.

Lucia cerró la tapa del teléfono y alargó la mano hacia la jarra de zumo de naranja.

—Y a todo esto, ¿a quién se le ocurrió que desayunáramos juntas? Porque, vamos a ver... todas sabemos que no se levanta antes del mediodía si puede evitarlo.

—Sí, bueno —dijo Lara cerrando abruptamente la carta—. El mundo no gira en torno a Clara, ¿o sí? Hoy tengo muchas cosas que hacer. No puedo pasarme todo el día vagueando sólo porque ella se haya acostado tarde después de una noche de juerga.

Esta vez fue con Lu con quien intercambié mirada. La relación entre hermanas es un asunto delicado. Lucy enarcó una ceja, pasándome así la responsabilidad de apaciguar a Lara.

—Seguro que llega en unos minutos —dije—. Y si no, pues pedimos y listo. ¿Te parece?

Lara no parecía contenta. Tomó la carta otra vez y se ocultó tras ella.

— ¿Qué le pasa? —dijo Lucia moviendo los labios sin articular sonido.

A lo que yo respondí encogiéndome de hombros a falta de otra cosa mejor.

Clara llegó, efectivamente, tarde, pero sólo por unos minutos, lo que, según ella, era como llegar a tiempo. Entró en el restaurante como si nada, con el cabello negro alborotado, que le salía disparado en todas direcciones como si fueran los rayos del sol. Llevaba los ojos perfilados con abundante lápiz negro, lo que hacía que resaltaran contra su piel deliberadamente pálida y sus labios rojos. Se sentó al lado de Lucy y tomó el vaso de zumo que se había servido. Las pulseras con que adornaba su brazo tintinearon al llevarse el vaso a la boca, haciendo caso omiso de las protestas de Lucia.

—Mmm, bueno —dejó el vaso sobre la mesa y echó una mirada a las presentes con una sonrisa de oreja a oreja—. Todas pensaban que iba a llegar tarde.

—Es que has llegado tarde... —contestó Lara echando fuego por los ojos. Clara no se inmutó.

—Yo creo que no. No pidieron todavía.

El camarero apareció como por arte de magia, sonrojado aparentemente ante la sensual mirada de Clari. A pesar de ello, se las arregló para tomar nota y abandonar la mesa sin volver la vista más que una vez. Clara le guiñó el ojo. Lara suspiró con desagrado.

— ¿Qué? —dijo Clara—. Es mono.

—Da lo mismo —Lara se sirvió zumo y bebió.

Los pollos actúan siguiendo un orden establecido dentro de su comunidad; lo mismo les ocurre a las hermanas. La experiencia había llevado a las mías a creer que se podía contar conmigo para dar consejo y actuar como mediadora en los conflictos.

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