Otro día más. Bruno no estaba en casa cuando llegué, aunque una suave música y el olor a comida me recibieron cuando abrí la puerta. Salsa para espaguetis cocía a fuego lento sobre los fogones y estuve tentada de pellizcar un piquito de pan de ajo, pese a no tener hambre. Me serví un vaso de té helado y bebí mientras me quitaba los zapatos y sacaba una goma para recogerme el pelo.
—Hola —dijo Paio desde la entrada de la cocina— Bruni vendrá tarde hoy. Creo que han tenido algún problema con el cemento o algo así.
Sonreí. —Me conozco esa historia. ¿Has vuelto a preparar la cena?
Paio sonrió de oreja a oreja. —Tengo que asegurarme de que no les importa tenerme en su casa.
Lo observé detenidamente desde el borde del vaso. —Ya, ya.
Paio se acercó. — ¿No funciona?
Fingí pensar en ello. — ¿Y si limpias los cuartos de baño?
Se acercó un poco más y con ello estalló una placentera tensión, aunque no se movió para besarme.
—Dame un tanga y haré lo que pueda.
Me venía bien reír después de la tarde que había pasado con mis hermanas. La situación de Lara me había entristecido tremendamente, había sacado a relucir una suciedad que normalmente manteníamos enterrada. Lo miré a los ojos grises.
Paio me ofreció una forma de escapar si me apetecía olvidarme de todo durante un rato. Sin embargo, nos quedamos allí, como con timidez, como si no hubiéramos catado los fluidos orgásmicos del otro. Hizo un gesto con la cabeza en dirección a los fogones.
—Está casi lista la cena si tienes hambre.
Minutos antes lo último que me apetecía era comer, pero en ese momento me rugían las tripas.
—Sí. Hay ensalada en el frigorífico. Voy a sacarla.
—La pasta tardará unos minutos en cocerse. ¿Por qué no te das una ducha?
Mis labios se curvaron hacia arriba. — ¿Tan mal huelo?
—No —contestó él, enrollándose en el dedo un rizo de mi pelo. Rebotó como un muelle cuando lo soltó—. Pero por tu aspecto yo diría que te sentaría bien estar un rato a solas.
Me quedé mirándolo boquiabierta. Al momento estaba en sus brazos, el rostro apretado contra su camiseta, llorando. Me di cuenta de que era una camiseta de
Bruno, aunque olía a Paio. Me acarició el pelo y apoyó la barbilla en lo alto de mi cabeza. No dijo nada, no preguntó nada, no trató de arrancarme qué era lo que me ocurría. Simplemente estaba allí de una manera que Bruno, que sí habría tratado de sonsacarme lo que me ocurría, no habría estado.
No lloré mucho rato. La emoción era demasiado intensa para mantenerla mucho tiempo y pronto fue reemplazada por una sensación bien distinta y mucho más egoísta que me da vergüenza admitir. Levanté el rostro, que a buen seguro estaría rojo e hinchado, y lo miré.
—Lo lamento.
—No tienes por qué —respondió él, apartándome el pelo de la frente con un dedo.
— ¿No quieres saber qué me pasa?
Paio se echó hacia atrás, puso las manos en la parte superior de mis brazos y me miró a la cara.
—No.
Hice una pausa antes de continuar. — ¿No?
—Si quieres contármelo, ya lo harás —respondió encogiéndose de hombros. Entonces sonrió—. Si no quieres hablar, también me parece bien.
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Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...