Amaneció muy deprisa, y eso que yo no había bebido. A pesar de ello Bruno se levantó a la hora de todos los días. Me desperté al oír la ducha y a alguien cantando.
¿Bruno cantando? Me apoyé en un codo y escuché atentamente. Era algo de... ¿Duran Duran? Y no de la gira por la vuelta del grupo a principios de los noventa, sino un clásico de los ochenta. Estaba cantando no sé qué de «plata azul» cuando decidí meterme bajo las mantas en protesta, tratando de volver a dormirme.
No sirvió de nada. A la luz del día, aunque apenas había empezado a clarear, la víspera me parecía más un sueño que algo vivido de verdad. Esperaba sentirme abochornada. O culpable. Lo que me tenía en vilo no era el flirteo que me traía con Pablo, porque, al fin y al cabo, ¿quién podía culparme por reaccionar a su magistral ejercicio de seducción? No, lo que me hizo abrir los ojos como platos a pesar de lo mucho que ansiaba volver a dormirme era mi esposo.
Bruno cantando canciones de Duran Duran. Bruno bebiendo. Bruno insistiendo en que le hiciera una mamada en un ataque frenético de deseo.
—Buenos días —húmedo de la ducha, se metió en la cama a mi lado para darme un beso— ¿Qué tal has dormido?
—Bien —me di la vuelta sobre la almohada y lo miré— ¿Y tú?
—Como un lirón —sonrió de oreja a oreja y me besó otra vez. Después se levantó de un salto y empezó a vestirse.
Yo lo observaba. — ¿Te encuentras bien?
Él me miró por encima del hombro mientras se enfundaba los vaqueros y la camiseta.
—Sí. ¿Por qué?
—Porque anoche bebiste mucho. Los dos bebieron mucho.
Bru agarró unos calcetines y se sentó en la cama a ponérselos.
—Paio soporta bien el alcohol, cariño. Y yo también. No te preocupes.
—No estoy preocupada —me puse de rodillas detrás de él, le rodeé el cuello con los brazos y le di un beso en la mejilla.
Él me dio unas palmaditas en el brazo y volvió la cabeza para besarme como era debido.
—Hacía mucho que no lo veía, Mi. Sólo nos estamos divirtiendo un poco. Es divertido tenerlo en casa.
Yo no dije ni «sí» ni «no». Bruno se levantó y se echó el pelo hacia atrás con una mano mientras se colocaba la gorra con la otra. Agarró entonces el cinturón de cuero, lo introdujo por las trabillas del vaquero y se lo abrochó con dedos hábiles. Se colgó el móvil de la pinza del cinturón y se metió la cartera en el bolsillo trasero. Las botas, probablemente con las suelas llenas de barro reseco de la obra, estarían junto a la puerta lateral.
—Tengo que irme —dijo— Te quiero. Que pases un buen día.
Debí de poner cara de perplejidad porque me miró con una sonrisa de oreja a oreja.
—Con Paio. Pensándolo mejor, Mica, no lo pases demasiado bien. No te metas en líos.
—Como si lo hiciera alguna vez —contesté yo poniendo los ojos en blanco.
Él soltó una carcajada. —Como venga a casa y me lo encuentre con un tanga...
Le lancé una almohada. — ¡Cállate!
Bruno agarró la almohada y me la tiró. —Hasta luego.
—Que tengas un buen día —de pronto me acordé de algo— Ah, sí, Bruno, mañana ceno con mis hermanas, ¿recuerdas? Para hablar de la fiesta.
—De acuerdo —respondió él mientras se ponía un cortavientos— Entonces puede que salgamos por ahí. Iremos a algún sitio de ésos donde sirven alitas y ven los deportes. No te preocupes, tesoro, somos mayores ya. Encontraremos algo que hacer.
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Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...