Guardar las apariencias. Yo quería que Bruno se negara a que la fiesta se celebrara en nuestra casa, pero, por supuesto, le pareció una idea magnífica. Estaba delante de la barbacoa con una cerveza en una mano y las pinzas cuando le saqué el tema. Su delantal tenía dibujada una mujer sin cabeza vestida únicamente con un biquini. Sus pechos se expandían cada vez que Bru levantaba los brazos.
-Me parece estupendo. Podríamos alquilar una carpa por si llueve. También puede servirnos para darnos sombra.
-Será mucho trabajo.
-Contrataremos a alguien para que nos ayude. No te preocupes -Bru les dio la vuelta a los filetes con habilidad y levantó la tapa del recipiente en el que estaba cocinando el maíz.
Sonreí al verlo allí, el maestro delante de su megafabulosa barbacoa. Él necesitaba que le indicaran paso a paso cómo preparar los copos de avena en el microondas, pero se creía el paladín de la cocina al aire libre.
-Aun así.
Bruno me miró entonces al darse cuenta de lo que me pasaba verdaderamente.
-Mica, si no quieres hacerlo, ¿por qué no lo dices?
-Mis hermanas han ganado en la votación por mayoría. Todas quieren que preparemos una barbacoa, y eso únicamente se puede hacer aquí. Además, seguirá siendo más barato que celebrarlo en una de esas salas para fiestas con catering, aunque tengamos que alquilar una carpa y traer gente para que nos ayude a servir y a limpiar -reconocí-. Y... tenemos una casa muy bonita.
Miré a mí alrededor. Nuestra casa y los alrededores eran más que bonitos.
Vivíamos delante de un lago y teníamos nuestra playa privada, un lugar íntimo y apartado, rodeado de pinos. La casa había pertenecido a los abuelos de Bruno, y era una de las primeras que se construyeron a lo largo de la carretera de la playa. Había
otras en la misma carretera que se estaban vendiendo por muchos de miles de dólares, pero nosotros no habíamos pagado nada por ella. Se la habían dejado a él en su testamento. Era pequeña y usada, pero estaba limpia y era muy luminosa, y lo más importante, era nuestra. Puede que mi marido se dedicara a construir mansiones
de lujo para otros, pero yo prefería nuestra pequeña casita llena de toques personales.
Bruno sirvió los filetes en una fuente y los llevó a la mesa.
-Depende de ti, cariño. A mí no me importa. Lo que decidas estará bien.
Habría sido mucho más fácil que sí le hubiera importado. Que hubiera expresado su opinión con firmeza y me hubiera exigido que celebráramos la fiesta de aniversario de mis padres en otra parte. Que hubiera tomado la decisión por mí. Podría haberle echado la culpa por hacer lo que en realidad yo quería.
-Sí -dije con un suspiro mientras me dejaba la enorme porción de carne en el plato-. Celebraremos la fiesta aquí.
El filete estaba muy rico, y el maíz, fresco y dulce. Yo había preparado una ensalada con fresas de temporada, aliñada con una vinagreta, y panecillos crujientes.
Comimos como reyes mientras Bru me hablaba de la nueva obra en que estaba trabajando, de los problemas que estaba teniendo con algunos de los hombres de la cuadrilla, de los planes de sus padres de ir de vacaciones todos juntos en plan familiar.
- ¿Cuándo crees que serán esas vacaciones?
Estaba cortando el filete, pero me detuve en mitad del movimiento. Bruno se encogió de hombros y se sirvió otra copa de vino tinto. No me había preguntado si me apetecía. Hacía mucho que había dejado de preguntármelo.
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Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...