Desligarme. Dejar marchar a uno de los dos. Una cosa era saberlo y otra muy distinta hacerlo. Dejarlo marchar. ¿Pero a cuál de los dos?
Bruno me acercó la rejilla donde había tostado el pan y la metió en el agua. Me rodeó con sus brazos. Me acarició el cuello con su aliento y, un momento después, me rozó la piel con los labios. Me recliné contra él con los ojos cerrados.
Permanecimos así un buen rato, sin decir nada. Las canciones que salían por los altavoces no eran mis favoritas, pero eran lentas y melodiosas. Nos mecimos un poco. Bruno me puso las manos en las caderas e hizo que me girara sin decir nada.
Tal vez no hubiera nada que decir.
En ese momento sonó el teléfono. Los dos lo miramos, pero ninguno se movió para responder. Saltó el contestador al cabo de dos tonos.
Era él.
—Hola... soy yo. Sólo quería decirles que he terminado lo que vine a hacer a Sandusky. La gente de Cleveland y yo hemos alcanzado un acuerdo. Me voy a encargar de supervisar su filial de Tokyo. Abandono el país otra vez. Sólo quería que lo supieran. Los dos. Y también quería...
Guardó un largo momento de silencio durante el cual Bruno y yo nos quedamos inmóviles, escuchando.
—Quería darles las gracias por el verano —dijo Paio.
Pensé que iba a decir algo más. Mi mente insistía en que no podía limitarse a concluir con un simple «gracias» el verano que habíamos pasado juntos, insistía en que tenía que añadir algo más importante, pero colgó sin más y la grabadora se detuvo.
Abrí la boca para decir algo, pero las palabras se me quedaron atascadas en la garganta. El aire se me escapó entre los dientes. Miré a Bruno, que tenía la vista fija en el teléfono.
Me soltó y se acercó al teléfono con la luz parpadeante que indicaba que no habíamos recibido el mensaje. Sabía que iba a descolgar y devolverle la llamada a Paio. Estaba segura, igual que lo estaba del color de mis ojos o de lo que dolía golpearse el dedo con la cómoda cuando iba al cuarto de baño a oscuras. Lo supe sin ningún género de dudas.
Bruno apretó el botón del contestador. La voz de Paio empezó a hablar de nuevo. Bruno pulsó otro botón.
Borró el mensaje. Se volvió hacia mí.
—Vámonos a la cama —dijo, y eso hicimos.
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Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...