Capítulo 14

279 15 3
                                    

La casa de Lara siempre está limpia. La he visto pasar el aspirador hasta dejar marcas de espiguilla en la moqueta. La he visto frotar de rodillas el suelo de la cocina con un cepillo de dientes para sacar la mugre de las juntas. Podíamos burlarnos de ella por diversos motivos, pero ninguna de nosotras se había burlado jamás de lo limpia que estaba su casa.

Pese a su necesidad compulsiva de limpiar, siempre había hecho de su casa un lugar confortable. Sus hijos tenían uso libre de la casa. Eran buenos niños, desordenados como todos los niños, pero no destructivos. La casa estaba limpia, pero es obvio que es una casa en la que vive gente. No es una casa de revista. Es un hogar.

Por ese motivo cuando entré en casa de mi hermana y vi las almohadas tiradas por el sofá y piezas de rompecabezas por el suelo, no me sorprendí al principio.

Cuando entramos en la cocina y vi el fregadero repleto de platos sucios y la encimera sembrada de migas, me detuve a mirar con detenimiento.

-Espero que hayas traído las fotos -dijo Lara detrás de mí. Tomó una taza llena de café que había junto a la cafetera y se sentó a la mesa de la cocina. Allí también había migas, pero mi hermana apenas las miró. Oí el ruido de pies y gritos de niños en la planta de arriba. Estaban jugando.

-Las he traído -contesté yo mostrándole el sobre mientras me sentaba frente a ella-. Están muy bien.

Ella tomó el sobre y sacó las fotos. Fue pasando una a una y las distribuyó según tamaño. Yo observaba su eficiencia, preguntándome si su natural sentido de la organización había hecho de ella una buena madre o si tener hijos había fomentado sus dotes de gestión. Intente recordar si siempre había sido tan precisa en todo, pero no lo conseguí.

-Lari, ¿alguna vez has intentado acordarte de algo de cuando éramos pequeñas, pero no has podido?

- ¿Como qué? -seleccionó una foto de las dos cuando éramos poco más que unos bebés. Las dos llevábamos exactamente el mismo bañador amarillo-. Recuerdo estos bañadores.

- ¿Te acuerdas porque estás viendo la foto o te acuerdas de verdad de ellos?

Lara me miró. -No sé, ambas cosas. ¿Por qué?

Alargué la mano hacia varias de las fotos. Una de mis padres en una fiesta, fumando los dos, mi padre con un vaso alto de un líquido ambarino. Una de Clari cuando era un bebé, el resto de nosotras alrededor del moisés, mirándola como si fuera un premio. Yo tenía ocho años en esa foto. Recordaba cosas de entonces, pero no recordaba aquel momento que una cámara había inmortalizado.

-No lo sé. Se me ha ocurrido.

-No sé por qué querrías saberlo -contestó mi hermana lacónicamente.

Colocó un par de fotos seguidas, como si estuviera echando las cartas.

- Lai -le dije suavemente, esperando hasta que me miró para continuar- ¿Estás bien?

-Estoy bien, sí. ¿Por qué?

Yo eché un vistazo a nuestro alrededor. -Te veo un poco tensa, eso es todo.

Lara siguió con la mirada la dirección de la mía.

-Ya, bueno. Lamento todo este desastre. He despedido a la asistenta.

Esperé un momento a que se riera, pero no lo hizo.

-No es un desastre.

Al menos comparada con mi casa, donde no valía la excusa de que hubiera niños. Y mucho menos comparada con la casa en la que habíamos crecido, donde el caos había sido algo habitual. Cuando mi madre tenía que elegir entre varias opciones, la mayor parte de las veces optaba por ignorarlas todas. El resultado: un montón de cosas a medio hacer. Hasta que llegué a la universidad no aprendí que si doblas la ropa nada más sacarla de la secadora en vez de dejarla en el cesto de la ropa limpia durante una semana, no llevarás la ropa arrugada.

TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora