Nos reunimos en casa de Lara para poder ocuparnos también de los niños.
Mi madre y Lucia se estaban ocupando de preparar café y sándwiches que no le apetecían a nadie a una hora tan temprana. Clara, que no había dejado de soltar insultos e invectivas sobre Sean y esa manía que le había entrado últimamente, subió a la habitación de juegos de los niños con Callie y Tristan para mantenerlos entretenidos y que no molestaran. Mi padre se paseaba, incomodo, de un lado a otro de la cocina. Bruno y yo estábamos en la mesa con Lara, que parecía haberse quedado paralizada.
—Sabía que era grave, pero no sabía hasta que punto —dijo Lara, repasando montañas de facturas y avisos de la compañía de la tarjeta de crédito, aunque las había revisado tantas veces que ya debía de haber memorizado el contenido—. No sabía... Me siento como una estúpida.
Se tapó el rostro con las manos. Aparté los papeles a un lado y el gesto hizo que levantara la cabeza. Pensé que me los quitaría de las manos, pero la desesperación pudo con ella, y volvió a taparse la cara.
—Dios mío, ¿qué voy a hacer?
Mi madre le puso una taza de café delante.
—Bébetelo.
Lara negó con la cabeza.
—No, tengo náuseas.
Lucia le preparó un ginger ale con hielo.
—Prueba con esto.
Lara bebió un poco.
—Tiene cuatro tarjetas de crédito de las que yo no sabía nada. Ha agotado el crédito de todas. El importe alcanza otros veinte mil... pero eso no es todo...
—Respira hondo —le dije al notar que empezaba a temblarle la voz de nuevo—.
Todo saldrá bien.
Sean había sido arrestado por tráfico de drogas. Su adicción al juego le había creado una deuda tan grande que había recurrido a un «amigo» que había conocido en las carreras para que lo ayudara a conseguir dinero en efectivo de forma fácil. Este amigo resultó ser uno de esos fanfarrones idiotas que ponen en peligro la vida de otros. El caso es que éste puso en contacto a Sean con otro hombre que necesitaba que alguien entregara unos paquetes. Finalmente, habían terminado pillando a Sean, que babeaba ante la promesa de un par de cientos de dólares fáciles que tenía intención de convertir en miles en las carreras, con cuarenta bolsas de marihuana de primera, motivo para ir a la cárcel de inmediato.
Aquélla era su versión de los hechos, tal como nos llegó a nosotros pasada por el filtro de una Lara casi histérica. Lo que Sean no le había dicho era que no sólo había perdido sus ahorros apostando a los caballos, sino que llevaba seis meses sin pagar la letra de la hipoteca. Había pedido que le enviaran los extractos del banco al trabajo para que ella no pudiera verlos. También había sacado grandes cantidades de dinero de su tarjeta de crédito familiar. Lara no descubrió lo de las cuatro nuevas tarjetas abiertas sólo a su nombre hasta que abrió su maletín buscando la clave del ordenador.
—Me dijo que estaba todo solucionado —dijo—. Me dijo que estaba recibiendo ayuda. Que estaba viendo a un consejero. Que estaba pagando las facturas. ¡Incluso comprobé la cuenta por Internet! ¡Y era cierto que las estaba pagando!
Se deshizo nuevamente en lágrimas. Mi padre se acercó al frigorífico, registró en el interior y sacó una lata de cerveza. Todos lo miramos, pero fue sólo un momento. Lara acaparaba toda nuestra atención.
—Estaba utilizando las tarjetas de crédito para pagar las facturas. Operaba con las distintas cuentas, abriendo nuevas cuando alcanzaba el límite del crédito. ¿A qué idiota se le ocurría seguir mandándole tarjetas? —exclamó.
ESTÁS LEYENDO
Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...