Maratón 1/3
Ya lo había dicho. Aquello era lo peor para mí. Me había rendido y había cedido al deseo por alguien que ni siquiera sentía lo mismo por mí. Me había convertido en un sustituto de algo que los dos deseaban y no podían tener.
Bruno roncaba a mi lado, pero yo no estaba dormida. Llevábamos horas en la cama. Solos. Paio había salido y no había regresado. Y yo aguardaba despierta en la oscuridad, esperando a oír el ruido de las ruedas sobre la grava, de la puerta al abrirse, de pasos conocidos en el pasillo.
Lo oí y percibí su presencia en la entrada de mi habitación. Había entrado con la pretendida quietud de un borracho, es decir, ninguna. Se había golpeado, probablemente el hombro, con el marco de la puerta. Ahora estaba junto a mi lado de la cama, clavándome la mirada aunque yo no podía verlo a él.
Oí la hebilla de su pantalón y el susurro del cuero deslizándose entre las trabillas, seguido del sonido metálico de los dientes de la cremallera al bajar.
El olor a whisky flotaba alrededor de su cuello como si fuera una bufanda, alrededor de sus dedos como si fueran unos guantes. Quería bebérmelo. Quería ahogarme en él.
La prenda cayó al suelo. Gruñó suavemente cuando no pudo desabrochar alguno de los botones de la camisa, y al momento los oír rebotar en el suelo. Abrí los ojos de par en par, pero las sombras me impidieron ver nada más su perfil. Quería ver si me estaba mirando.
Fui yo la que tendió las manos primero, que toparon con sus muslos. Mi boca con su pene. Me lo metí dentro hasta donde pude, sin hacer ruido aun cuando sus dedos se tensaron y me tiraron del pelo. Estaba tan excitado, tan duro, que me habría atragantado si no hubiera sujetado la base del pene. Lo sujeté de aquella forma, guiando así sus embestidas.
Yo quería más, pero él me tiró del pelo con fuerza y me detuve. Los dos teníamos la respiración entrecortada. Su erección me rozó la mejilla cuando se acercó más. Me echó la cabeza hacia atrás. Al fin pude verlo a la luz de la ventana. Un atisbo de su suave boca, de su nariz recta, un destello de sus ojos.
—Despiértalo —dijo él, aún entre las sombras con voz grave y ronca por haber fumado demasiado.
—Bruno —susurré, y un poco más fuerte cuando Paio me volvió a tirar del pelo— Bruno, despierta.
Bruno resopló levemente y rodó hacia mí, pero no se despertó.
—Bruni, despierta —dijo Paio.
Oí el gruñido enfadado de Bruno a mi espalda. Paio me soltó el pelo y posó su mano entonces sobre mi hombro, empujándome sobre las almohadas y él sobre mí.
Elevé la boca para que me besara, pero él no lo hizo.
Bruno se apoyó en un codo.
—Eh, ¿dónde coño estabas?
—Había salido un momento —dijo Paio, arrodillándose, con el trasero apoyado sobre los talones entre nosotros dos, al tiempo que se acariciaba lentamente el pene.
—No jodas —dijo Bruno con tono aparentemente molesto, y yo no lo culpaba. Él no había estado esperando, como yo.
—Mica, quiero ver cómo se la chupas a Bruni. Bruni, ven aquí.
Bruno soltó una carcajada, pero se arrodilló también.
—Estás borracho.
Yo no me reí. Me acerqué a Bruno, cuyo pene ya se estaba despertando. Lo acaricié hasta que se puso duro y después me lo metí en la boca igual que había hecho con Paio unos minutos antes.
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Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...