Paio no estaba cuando llegué a casa, pero la camioneta de Bruno estaba en el sendero de entrada. No podía haber llegado hacía mucho puesto que ni siquiera se había duchado. Lo encontré con la cabeza dentro del frigorífico, postura que aproveché para tocarle el trasero embutido en los vaqueros.
-Oye, tú... -se dio la vuelta y su sonrisa vaciló durante un segundo pero enseguida me agarró por la cintura-. ¿Qué estás haciendo?
-Eso debería preguntártelo yo a ti. ¿Qué haces en casa tan temprano? -le rodeé el cuello con los brazos y levanté la cara para que me besara.
-Estaba esperando a que un par de subcontratistas me llevaran unos materiales y me llamaron para decirme que no iban a poder. Por eso he vuelto antes -dijo rozándome los labios con los suyos-. Hola.
-Hola -contesté entre risas.
Bruno bajó las manos de mi cintura hasta las nalgas.
-Estoy hambriento.
-Creía que íbamos a salir a cenar esta noche... -no terminé la frase. Él me mordisqueó el mentón mientras yo me retorcía-. ¡Hazte un bocadillo!
-Sé exactamente qué me apetece comer -dijo al tiempo que deslizaba la mano entre mis muslos y ascendía un poco-. Picotear un poco de esto y de aquello...
En cualquier otro momento habría separado las piernas y abierto la boca para él, pero en ese precisamente lo aparte de mí. Me estaba riendo, pero así y todo lo estaba rechazando.
-Si quieres comer algo busca en el frigorífico. Si quieres otra cosa...
-Quiero otra cosa -me agarró nuevamente y me estrechó contra su cuerpo.
Noté que estaba empalmado debajo de los gastados vaqueros. Yo no cedí.
-Te he dicho que no, Bruno.
Captó la indirecta. No me soltó, pero dejó de magrearme.
- ¿Qué pasa?
-No pasa nada, pero no podemos ponernos a hacerlo en la cocina, ¿de acuerdo? Por si se te ha olvidado, tenemos visita y puede llegar a casa en cualquier momento.
Lo empujé a un lado y me abrí paso hasta el frigorífico. Las patatas fritas me habían dado sed. Saqué una lata de coca-cola light. Estaba tirando de la anilla cuandoBruno me agarró por la cintura otra vez y me estrechó fuertemente contra su cuerpo. Acomodó la barbilla contra mi hombro, su erección contra mi trasero y sus manos abiertas sobre mi vientre.
-Así será más excitante -me susurró-. En cualquier caso, oiremos su coche cuando llegue. Venga, cariño. Llevo todo el día pensando en ti.
- ¡No! -exclamé yo intentando mostrarme severa, pero sus manos habían empezado a moverse otra vez. Me cubrió un pecho con una, mientras me frotaba el costado con la otra- Bruno, no. Olvídalo. No lo oiríamos y nos agarraría en plena faena. Me parecería horrible.
- ¿Por qué te parecería tan mal? -su tono de voz había adquirido un tono seductor que yo conocía muy bien, el que utilizaba para convencerme para que hiciera casi cualquier cosa.
-Sería... una grosería, cuando menos.
No estaba ganando en aquella discusión. Bruno tenía unas manos demasiado hábiles. Yo tenía demasiadas ganas de complacerlo.
-A Paio no le molestaría. Te lo aseguro.
Me volví a mirarlo, sosteniendo la lata a un lado para evitar que se derramara.
- ¡Tal vez no le moleste a él, pero a mí sí!
Se calló. Me miró. Siempre he sabido interpretar el rostro de mi esposo, y nunca ha tenido motivos para ocultarme nada. En aquel momento, sin embargo, su expresión se me antojaba familiar pero indescifrable al mismo tiempo.
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Tentación
FanfictionSoy Micaela, tengo todo lo que una mujer podría desear. Mi marido, Bruno Sainz Micheli. Una casa en el lago. Mi vida. Nuestra vida perfecta. Y de repente Pablo Rodríguez vino a hacernos una visita... La primera vez que vi al mejor amigo de mi marido...