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Incliné mi cabeza hacía atrás en signo de que me gustaba lo que estaba haciendo. Succionaba con cierta dureza mi clítoris, lo cual me excitaba más. Comenzó un recorrido con sus dedos por toda mi vagina, abría mis labios mayores e intensificaba las lamidas.

Mis gemidos comenzaron a escaparse inconscientemente, me encantaba no podía negarlo. Dominic se arrodilló detrás de la rubia y la tomó de sus caderas para así penetrarla.

Un trío, cómo si de una escena porno se tratase. Gemidos y chillidos retumbaban en toda la habitación, cada uno entregado a su propio placer. Mi cuerpo temblaba ya a punto de sumirse al esperado climax.

--Uy que rico!--. Exclamé corriéndome en la boca de aquella chica.

Una energía liberada, una corriente expulsada. Mis piernas se cerraron en señal de satisfacción. Al fondo escuché a Dominic venirse igualmente, su gruñido de placer era un sonido ya familiar para mí.

--Ven aquí--. Dijo Dom jalando a la mujer por la cadena, arrastrándola hasta el sitio donde la había tirado.

Reaccioné y en seguida me tense. Ya la sensación de placer había desaparecido del lugar, volvía el dolor y el desespero. En un abrir y cerrar de ojos Dominic se vistió, se acercó a mi con un semblante diferente.

--Tu quieres morir pero yo te daré la vida eterna--. Vociferó mientras se abalanzaba sobre mi cuello.

La sensación de dos punzones perforar mi carne, una ola de descompensación. Frío, calor, todo era extremadamente confuso. Un zumbido y sentí mi alma salir del cuerpo. Recuerdo haber pensado en mi muerte cientos de veces, lo deseaba con la intensidad de mil soles.

Eres la luz de mis ojos... Eres la luz de mis ojos..

Desperté con una sensación de ahogo, todo era diferente. Ya no habían heridas ni dolor, parecía ser parte de una pesadilla. Trataba de reconocer los sonidos de un tamboreo, mi mirada dió con la rubia. Dicho repiqueteo provenía de ella, su respirar, estaba escuchando sus signos vitales.

Asombrada, me quedé rato observándola. Un aroma a sudor, con el olor típico de los fluidos íntimos inundó mis fosas nasales, estaba olfateandola cuál sabueso.

--Ya te acostumbrarás--. Dijo Dominic sacándome de mis pensamientos.

--Pensé que había muerto--. Contesté sin quitarle la vista a la mujer.

--Lo hiciste, pero volviste--.

--Por qué siento tanta--.

--Sed, lo sé--. Respondió tomando un sorbo de ron.

Tenía la garganta totalmente deshidratada, dolía un infierno. Quizás mi cuerpo estaba asimilando que algo había cambiado pero mi mente aún no estaba lista para afrontar la realidad.

--Qué me haz hecho?--. Pregunté con ciertas lágrimas a punto de caer.

--Hice que tú tormento fuese eterno--. Replicó en tono burlón.

Me tomó un momento concientizar cada palabra, la última era la más aterradora. No era capaz de pensar una vida entera en soledad, recordando la muerte de mi madre.

--Dime que no lo hiciste, dime que no me convertiste en un monstruo--. Mascullé con mucha ira.

Una carcajada retumbó en la habitación, un Dominic aparentemente complacido. Él había planeado cada paso de su venganza pero el volverme inmortal fue el giro inesperado. No tenía idea alguna de lo que era ser un vampiro.

--Sí serás un maldito!--. Espeté sintiendo mi sangre hervir.

--Era el broche de oro, ya no quería más nada de ti. Así que decidí que la única forma en la recordarás todo, será viviendo por siempre--. Contestó mientras se acercaba a la rubia, quien no había dicho palabra alguna.

--Luces asustada bonita--. Dijo Dom acariciando su rostro.

--Dijiste que después de tener sexo con ella, me dejarías ir--. Contestó con voz entre cortada.

Una sensación extraña comenzó a emerger desde lo más profundo de mi ser, observé cómo mis venas se hinchaban un poco, un dolor en mis encías que sólo podía indicar una cosa. Tenía hambre y mucha.

--Oh por Dios!--. Exclamó la mujer viéndome horrorizada.

Una fuerza más que humana logró que rompiera mis ataduras, finalmente era libre. Dominic en un parpadeo desapareció, dejándome con lo que para mí "nueva yo" era la cena. Había mucha confusión en mi cabeza, estaba combatiendo contra un deseo incontrolable por sangre.

--Lo siento--. Susurré antes de atacar a esa chica.

Sus gritos ensordecedores podían hacerle la piel de gallina a cualquiera pero pronto mi ser ignoraria todo eso para dar paso al placer de alimentarse. Mi mente estaba cegada, no había control alguno. Aunque quería parar, no podía.

Cuando mi mandíbula no encontró nada más que succionar, fue cuando logré alejarme. Poco a poco sentía que volvía a ser yo y me retiraba aún más de ver el desastre que había hecho.

Me senté en un suelo en un intento de controlar mis emociones, sentía caer prontamente en la locura total. Una mujer prácticamente degollada por mi, mis manos, mis dientes, mi ser interno. Lloré desconsolada por largo rato, era una tortura pensar que cuando tuviera sed de nuevo tendría que asesinar a un inocente.

Inmortalidad Maldita IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora