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Al cabo de poco tiempo llegué a la civilización, a una ciudad llamada Košický kraj justo como los guardabosques me habían dicho. Nunca había estado en otro país y mucho menos bajo las condiciones en las que me hallaba.

Fui caminando entre las calles de ese sitio, en busca de un lugar donde podía pasar el día. Era difícil porque no tenía dinero ni nada de valor con que pagar, así que ubiqué alguna casa deshabitada que pudiera tomar prestada.

--Bingo!--. Exclamé observando al final de la vereda una casa de dos pisos que tenía aspecto de abandono.

Di un pequeño vistazo a los alrededores para asegurarme de que nadie me viera. Brinqué la cerca y encontré una puerta sin seguro, esto era muy típico de los paises nórdicos debido a su alto índice de seguridad.

Entré y parecía repetirse la escena de la casa donde me tenía secuestrada Dominic. El estilo era parecido en cuanto a la decoración y los muebles pero extrañamente no había rastro de polvo alguno.

Hice un recorrido por todos lados, estaba sola. Me senté en un sillón enorme que había a idear un plan para volver a Nógrád, sentía la necesidad de ir a ponerle orden a mi nueva vida. Cerré por un momento mis ojos y al abrirlos ví una sombra de reojo.

La luz se encendió sola, me levanté en seguida, estaba muy asustada. Mi cuerpo estaba petrificado mientras esa sombra se movía a mi alrededor, de improviso una figura masculina se posó frente a mí.

--Aaah!--. Grité del susto.

Un chico blanco, de cabello negro azabache y ojos azules tan penetrantes estaba observándome detenidamente. Mi cuerpo solo retrocedió unos pasos pero mi boca permanecía cerrada.

--Quién eres?--. Preguntó con tono de voz grueso.

--Soy Kar.. Karlotha--. Contesté titubeando.

--A qué haz venido?--.

--Buscaba dónde quedarme, no tengo a dónde ir--. Repliqué.

--Esto no es refugio, así que largo!--. Espetó.

--No me eches, el sol--. Dije señalando hacia la puerta.

El amanecer se abría paso y con ello nuevamente estaba presa. El chico se posó frente a la ventana, los rayos tocaban su piel sin daño alguno.

--Cómo lo haces? --. Inquirí.

--A qué te refieres?--.

--La luz, no ardes como yo--. Repliqué.

El pelinegro se volteó hacía mi y se sentó en el sofá que estaba frente al sillón donde estaba yo.

--¿Qué te hace pensar que te diré mi secreto?--. Preguntó.

El ego tan alto que él reflejaba me hacía sentir como un vil gusano, la novata en todo esto. No podía tan sólo mantenerle la mirada, me intimidaba muchísimo. Así que me mantuve callada con la cabeza baja.

--Niña es que no tienes lengua?--. Espetó con cierta obstinación.

--Pensé que podrías ayudarme, no tengo idea de lo que está ocurriendo conmigo--. Contesté mientras jugaba con mis dedos.

--Eres demasiado miedosa para ser una de nosotros--.

En seguida levanté mi cabeza, calmé mis manos y acomodé mi posición en el sillón. Él solo miraba hacia la ventana























Inmortalidad Maldita IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora