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Imploré piedad pero no había palabra alguna que ablandase el corazón de Dominic, si es que tenía. Como primer acto, tomó entre sus manos una navaja. La observó de cerca, me apuntó con ella y me preguntó qué parte de mi cuerpo podía cortar primero. Por supuesto que no recibió respuesta alguna, por lo que hizo una incisión en mi abdomen. La sangre no tardó en salir pero él sólo se inclinó para lamer la herida. 

¿Que tan retorcida podría estar su mente? me cuestioné al ver lo que estaba haciendo. La cortada dolía terriblemente pero segura estaba que esa sería de las lesiones más leves que sufriría. Sé que mi expresión de calma lo confundió pero no se detuvo en lo absoluto.

Con ayuda de poleas sujetas al techo y varios metros de cuerda, desamarró mis tobillos y abrió mis piernas. Dejando expuesta así mi vagina, a su completa disposición. Seguramente cualquier chica se excitaría con tal trato pero no se siente así cuando han dejado claro que quieren torturarte. 

--¿Eso es lo que quieres, torturarme para coger?--. Inquirí de forma retadora.

--Quiero tu muerte, pero no de esas que pueden resolverse con un disparo o veneno. No querida, quiero torturarte de tal manera que me pedirás clemencia --. Respondió Dom mientras derramaba un poco de lubricante sobre mi vulva.

Sus dedos empezaron a deslizarse con mayor facilidad sobre mis labios internos hasta llegar a mi clítoris. Allí se detuvo, hizo una leve presión sobre el pequeño bulto que poco a poco se formaba. ¿Cómo ordenarle al cuerpo que no reaccione ante el tacto? . Aunque detestaba todo lo que ocurría, mi mente no dejaba se enviar señales químicas que indicasen una posible calentura de mi parte.

Un gemido ahogado salió de mi boca y por mucho que traté de negarlo, Dominic se percató que me estaba gustando. Dió unas cuantas palmadas sobre mis labios mayores, donde la humedad sonaba. Al quejarme de lo incomodo que se sentía, él sonrió y de forma inesperada introdujo dos de sus dedos en mi feminidad.

Mi propio chillido me recordó que no se trataba de una fantasía que me estaban cumpliendo, sino de un juego previo a mi muerte. Se movía sin parar, la pérdida de humedad generaba un ardor el cual varias veces pedí que cesara. Él simplemente sacó sus dedos y los metió en mi cavidad bucal. Un sabor extraño ligado con el metálico de mi sangre, pues seguramente me había rasgado el interior. Reaccioné y lo mordí, sabía asqueroso todo aquello y no iba a permitir que acabase conmigo tan fácil. 

--No pudiste evitar excitarte cuando te toqué, eso demuestra que por más que me rechaces nadie te ha tocado como yo--. Vociferó Dominic enfadado por la mordida.

--¡Sólo fue una noche!--. Exclamé exasperada.

--Para ti fue así, para mi fueron días de dolor continuo pensando si no había sido suficiente para ti--. Contestó tomando un enorme dildo negro.

Las dimensiones de ese juguete eran tales que dudaba que entrasen en mi, porque aumentaría las probabilidades de sentir dolor más aún si no estaba lubricada. Posicionó y nuevamente introdujo el plástico en mi vagina, con gran alarido expresé la magnitud de mi suplicio. Cabe destacar que todo esto ocurría en cuestión de minutos por lo que pronto el pene de silicona fue remplazado por uno de carne y hueso.

--Verte así me excitó tanto que no puedo aguantar más tiempo sin cogerte de nuevo--. Masculló Dom desvistiéndose.

Un cuerpo blanco, definido pero sin ser escultural. Podía ver sus venas sobresaliendo de su delgada piel, un adonis para muchas chicas o incluso chicos. Mis ojos se dispusieron a hacer un avistamiento desde su cabello castaño claro, pasando por sus ojos, labios, pecho, abdomen hasta detenerse en su zona media baja. Un par de testículos con cierta tonalidad grisácea acompañado de un erguido pene con el mismo color.

--Dieciocho centímetros de pura lujuria--. Comentó Dominic sacándome de mis pensamientos.

--Igual es pequeño--. Contesté tratando de herir su ego pero ¿podría?.

--Veamos si al sentirlo dices lo mismo--.

Bajó por un momento hasta mi clítoris, donde lamió y escupió en sustitución de lubricante. Al sentir su peso sobre mi me exalté porque en lugar de percibir lo tibio de su piel, era fría cual hielo. Podía jurar que un muerto estaba apunto de penetrarme, se acomodó entre mis piernas y así fue. Una embestida hasta el fondo, provocando una ola de sensación desagradable en mi. Un par de movimientos lentos mientras sus ojos me tenían como hipnotizada, hasta que su acción se volvía cada segundo más rápida.

Una de sus manos igualmente fría, se posó en mi cuello haciendo gran sujeción. Mi respiración se acortó, Dominic estaba entregado a su propio placer. Con su otra extremidad me abofeteó fuertemente repitiéndome sin parar que yo, era suya.

--¡Dilo! repite que tu eres mía--.  Masculló mientras entre jadeos me embestía más duro.

No podía afirmar lo que ya estaba dándose en el momento, estaba siendo follada por mi ex novio justo y como él lo planeó.

--¡Suéltame ya maldito!--. Vociferé ya exhausta de tanto maltrato.

--¡Dilo! repite que tu eres mía--. Insistió sin prestarle atención a mis palabras.

Una, dos, tres cachetadas más, él no se detendría hasta que lo complaciera en su totalidad. Por otro lado no sabía hasta cuanto mi cuerpo soportaría, se sentía exquisitamente divino cada penetración pero también estaba consciente que era la satisfacción de Dominic tenerme así.

--A ver si esto te hace hablar--. Gruñó Dom tomando un cuchillo y clavándolo en mi brazo izquierdo.

--¡Detente!--. Supliqué llorando a cántaros.

--¡Dilo Karlotha!, di que eres mía--.

--Soy tuya Dominic, yo te pertenezco--. Musité vencida por el dolor.

Apretó más su mano con la que me estrangulaba, hasta sentir un líquido esparcirse en mi interior seguido de un gemido varonil que abría paso al tan anhelado climax. Fue sólo así que pude volver a respirar, se mantuvo sobre mi cuerpo unos segundos antes de incorporarse y caer en un sillón mullido que allí había.

Inmortalidad Maldita IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora