LOREN:
Mi oficina se situaba en Brandon Hill, a veinte minutos en auto de Castle Park, en el último piso de uno de sus deteriorados edificios de época. Era una buena zona. Quedaba cerca de la embotelladora Blackwood, a media hora de nuestros depósitos en Brístol y dentro de los límites en los que nuestra familia se movía: todo en torno a Queen Square. No sentía vergüenza de decirlo. Desde allí me sentía omnipotente. El hecho de que fuera una construcción relativamente alta, con ventanas amplias y que el piso entero estuviera bajo mi mando me permitía una visión completa de cada uno de mis polos.
Controlarlos. Manejarlos. Manipularlos.
La palabra «todopoderoso» cobraba un nuevo sentido aquí.
─No sé cómo esperas que esto se solucione si lo único que haces es regodearte de tu reflejo. ─Mi jefe de seguridad, Ryan, dio vueltas en mi puta silla de ruedas─. ¿Te hiciste la depilación láser o alguna otra excentricidad que hacen los que son como tú mientras estuve fuera?
Dejé la taza con café sobre el escritorio. Junto a ella estaba una gran pila de cotizaciones e ideas para la nueva presentación que debía revisar─. Me amo, ¿tengo que sentirme culpable porque tú no lo hagas? ─Abrió la boca. Antes de que pudiera contestar, agregué─: No. No debo. Te pago un seguro con el que puedes cubrir la cita de un psicólogo. Tienes los medios para resolver tus problemas de autoestima e inseguridad.
Ryan se mantuvo en silencio por un largo instante que aproveché para sacar un paquete de muffins del segundo cajón. Ahí guardaba mis provisiones para cuando me iba sin desayunar de casa.
─¿Por qué eres tan imbécil? Hemos tenido más pérdidas este mes que las de todo el resto del año porque robaron tu fórmula. En vez de aportar información para arreglarlo estás pensando en lo hermoso que es ser Loren Van Allen. ─Le dio un golpe con su codo al apoyabrazos. Sumé problemas para manejar la ira a su diagnostico final─. De verdad creí que saliendo de la policía estaría renunciando a la incompetencia de los líderes, pero ahora veo que...
─Te despidieron ─corregí.
─... es un cáncer incurable que se esparce sin pausa.
─Maldita sea. Deja de ser un drama andante. ─Me senté al otro lado. Odiaba cuando eso sucedía. Yo era el jefe, no él, pero el hombre era una roca de casi dos metros, ¿cómo esperaban que lo quitara? ¿Empujándolo? Estaba seguro de que haber contratado a un ruso habría sido menos terrorífico. Ellos no me apuntarían con «Martha» cada vez que estuvieran en desacuerdo conmigo─. ¿Por qué en lugar de lloriquear no me muestras tus avances? Eres el encargado de mantener todo lo que me pertenece seguro, ¿por qué llegaron a la receta en primer lugar? Desde que te contraté no habíamos vuelto a tener problemas con imitaciones baratas hasta ahora. ¿Por qué?
Desvió la mirada─. He estado distraído.
Crucé mis piernas y tamborileé los dedos sobre la superficie de madera.
Ahí íbamos al grano.
─¿En qué? O mejor dicho, ¿con quién?
─Lo sabes.
─Sí, sé que mi hermana acapara tus neuronas, pero realmente te necesito presente. Te pago para eso. Me perteneces. Durante seis horas al día eres mío. ─No pude evitar sonreír. Si Marie me escuchara probablemente me cortaría las bolas antes de dárselas de comer al perro de la esquina por hablarle así a su amor─. Mientras estés dentro de este edificio piensa en mí como tu amante. Soy la otra. No me interesa saber nada de ella. Si le regalas joyas, si se siente mal, si la vas a dejar... eso no me importa. Solo quiero lo mío y punto. En pocas palabras, desde que entras somos únicamente tú y yo... ─susurré─ contra el mundo, pero cuando sales vuelves a formar parte de él sin olvidarte de a dónde tienes que volver al día siguiente. Es simple. Solo debes aprender nuevamente a separar lo personal de lo laboral. Sé lo que el desempleo hace con...
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...