LOREN:
La competición estaba a media hora de empezar, estaba listo para irme y el equipo de Rachel acababa de llegar. Necesitábamos irnos ahora o llegaríamos tarde dentro de lo tarde. Después de concederle otros cinco minutos decidí ir por su puerta. Toqué suavemente. A pesar de tratarse de mi propia casa, no era capaz de violar su privacidad de ninguna manera. No después de la forma en la que depositaba su confianza en mí dejándome pasar tiempo con ella.
─¿Anna? ─pregunté con tono suave también. Me corregí─. ¿Belle?
El maldito Blackwood estaría feliz viéndome. Puto blando.
─Ya casi estoy lista ─murmuró en respuesta. Si no tuviera la oreja pegada a la madera no la habría escuchado─. Pasa.
Tomé una breve y profunda bocanada de aire antes de entrar. Luego daría gracias a Dios por haberlo hecho, de lo contrario me habría quedado completamente sin aire ante la visión de ella usando un vestido a su altura. La tela lila de gasa envolvía su pequeño cuerpo de curvas sutiles hasta las rodillas. El escote era conservador y suave como el resto. Su cabello estaba recogido en un elegante moño y su maquillaje estaba hecho para resaltar tanto las pecas en su rostro como sus grandes ojos verdes. Era tan hermosa que dolía verla. Una completa putada que me dejaba fuera de juego. No sabía qué hacer. O, más bien, no sabía qué hacer con la pelirroja en mi habitación.
O, mejor dicho, no sabía qué hacer con lo que ella despertaba en mí.
Sus hombros cayeron─. ¿Tan mal me veo?
─Sí ─susurré para aligerar un poco el sentimiento de patada en los huevos.
La expresión alegre en su cara desapareció.
─Si sientes que no seré buena compañía puedo sentarme una fila atrás.
Una de las esquinas de mis labios se curvó, pero mi interior ardió con rabia. Ana no era el prototipo de belleza ideal que encuentras en las revistas. Ella encontró la forma de ser bella a su manera... o yo encontré la forma de encontrarla bella. «Joder». Fuera como fuera seguramente su inseguridad era por el bastardo. Estaba convencido. Y tan convencido como estaba, mientras más tiempo pasaba con ella más quería hacerlo pagar con creces por cada vez que la hizo sentir mal. No importaba si tenía que ocupar el puesto del diablo en el infierno para la tarea.
─Estás malditamente loca si crees que sería capaz de algo así. Te llevaría con orgullo a cualquier sitio aunque usaras un tutú. ─Le alcancé un abrigo que elegimos ambos, de piel sintética por su amor a los animales, en la misma tienda que compramos el vestido─. Obvia lo que dije. Estaba siendo un imbécil. Te ves hermosa. En serio ─reafirmé cuando me miró con duda─. ¿Necesitas ayuda bajando las escaleras?
Finalmente una sonrisa adornó su rostro de muñeca.
─No, puedo sola, mi vestido no tiene cola.
─Las mujeres independientes me encienden ─ronroneé contra el arete en su oreja solo para deleitarme con su estremecimiento─. ¿Todavía tienes frío?
─Los ardientes y que, no conformes con saberlo, abusan de su poder me desagradan. Iu. Nunca se les puede tomar en serio. Son hombres de una sola noche.
─¿Por qué?
Sus hombros se encogieron─. Sencillamente de nada te va a servir un lindo trasero cuando llegue la hora de pagar las cuentas, conocer a tus suegros o cambiarle el pañal a un bebé. ─Unió las cejas cuando llegamos a la sala─. ¿Qué son todas estas personas? ¿Por qué adornan tu casa? ¿Esa es... es una fuete de chocolate? ¿Y esos barriles de cerveza?
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...