LOREN:
Era un Imbécil.
Un idiota.
Un egocéntrico.
Un playboy nato.
Un hijo de puta sin escrúpulos y muchos más términos de mierda, pero mátenme si no era egoísta también. Anabelle se estiró en la cama de sábanas y cojines sobre la arena, su cabello despeinado y sus pequeñas manos intentando mantener el dobladillo de su vestido sobre sus muslos, acelerando mi corazón con tan solo respirar. Nunca me sentí más poca cosa delante de alguien. Infiernos. Tenía un mundo, un montón de giros de ciento ochenta grados, que ofrecerle a su aburrida rutina de maestra de kínder y, sin embargo, era ella quién estaba especializada en hacer que el mío diera vueltas como un balón fuera de control en la punta de su dedo.
─¿Terminaremos lo de esta mañana? ─preguntó con una sonrisa nerviosa.
─Sí. ─Fui deshaciéndome de todo lo que pudiera bloquear la sensación de su piel sobre la mía. Algo en la forma en que me miraba hizo que me mantuviera de pie, a metros de distancia, desnudándome para ella en lugar de unírmele. Me veía como un puto trozo de pastel que quisiera devorar─. Vamos a tener la diversión que nos negamos más temprano.
─Mmm...
─Te haré el amor tan bien.
─¿Follar no?
─No. ─Negué─. Quiero tomar posesión de ti. No solo de tu cuerpo. ─Desabroché mis pantalones y los dejé caer al suelo junto con mi ropa interior─. Quiero cada centímetro de tu mente. Cada sensación de tu alma. Cada suspiro que salga de tu linda boca.
Gimió.
─Me harás llegar si sigues hablándome así.
─¿Cómo?
─Como un poeta cavernícola adicto al sexo. ─Hizo una mueca frunciendo los labios─. Un poco mentiroso también. No sé a quién más le has dicho cosas así.
Estreché los ojos─. Te aseguro que no a muchas.
─¿Cuántas?
─Ninguna.
─No te creo.
─No me importa si lo haces. ─Me encogí de hombros ofreciéndole mi mejor sonrisa. Quería borrar esa molestia en su rostro a pollazos─. Celosa estás ardiente.
Sus mejillas se ruborizaron. Abrió la boca para responder, pero ningún sonido salió. Sus sentidos se concentraron en el espectáculo que estaba iniciando masturbándome para ella. Mis músculos se tensaron cuando rodeé mi longitud. No era el estímulo que ansiaba, pero sus grandes ojos verdes en mí estaban trastornándome. Nos mantuvimos en silencio, yo tocándome y ella mirando, por unos minutos de insoportable y exquisita tensión. Ninguno de los dos mostró indicio de querer cambiar de escena hasta que sus muslos se juntaron, movimiento en el que vi parte del triangulo de sus bragas mojadas, y no pude más.
Bombeé mi polla unas últimas veces antes de acostarme a su lado.
Acaricié su mejilla─. ¿En qué piensas?
Se mordió el labio.
─Me gusta lo que veo ─murmuró con voz entrecortada.
Y esa corta oración fue lo que necesitó mi autocontrol para desvanecerse.
─A mí también ─susurré de vuelta posicionándome entre sus piernas.
Hice que me rodeara con sus piernas antes de dejar caer mi cintura contra la suya. Ana era pequeña. Pechos pequeños, cintura estrecha, trasero respingón y apretado... se suponía que proporcionalmente estábamos mal, pero, en lo que a mí respectaba, era perfecta. Sin exagerar como una muñeca. Una linda muñeca que follaría hasta que sus gemidos desaparecieran y mis músculos consiguieran un desgarro. Lentamente descendí la cabeza hasta que mis labios se rozaron con los suyos, tanteando, para después separarlos y darle acceso a mi lengua a su boca. Solté un gruñido gutural cuando su sabor llenó mis sentidos. Esto era el maldito paraíso y ni siquiera acababa de empezar. Cómo de bueno sería cuando estuviera dentro de ella, mi lengua en su boca de nuevo, consiguió hacerme estremecer.
ESTÁS LEYENDO
Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...