Capítulo 34: Elefantes rosas.

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LOREN:

─¿Por qué no hay elefantes rosas?

─No sé.

─¿Por qué no puedo ver películas tipo B?

─Porque no.

─¿Por qué el cielo a veces es más claro y a veces más oscuro?

─Por que sí. Por cierto, ¿por qué Kevin te besó?

Sus mejillas se sonrojaron.

─Lo obligaron. Estábamos jugando a la botellita en el recreo.

Entrecerré mis ojos.

─No juegues ese juego, Madison. Es del diablo. Cosas malas pasan cuando juegas a la botellita. Prefiero que compres una ouija.

─Tío Loren...

─Si llega a mis oídos una vez más que has estado jugando a la botellita les irá mal a ti y a Kev, Madison, y ni siquiera intentes ocultarlo de mí. Tengo ojos y oídos en todas partes.

Madison alzó el mentón echando su cabello cobrizo hacia atrás.

─No tengo pelotas, tío Loren. No puedes amenazarme.

─No ─acepté─. Pero puedo decirle a tu madre que vi este anuncio para participar en un comercial de galletas...

Maddie, a diferencia de Kevin, había ido a concursos de belleza y participado en castings de comerciales desde un tiempo para acá con éxito, pero odiaba los comerciales. Estaba bien y totalmente emocionada con los concursos, Rachel ni siquiera era quién los buscaba, sino ella cuando Nathan la llevaba a su oficina y le prestaba su computadora, pero no con los comerciales porque decía que nunca grababan su mejor ángulo. Natalie, su manager y de Kevin, la apoyaba, pero Rachel seguía queriendo verla en TV.

Era gracioso considerando que ella y Nathan no tenían.

─¡Está bien!

─Buena chica.

Madison aumentó el tono de su voz con la siguiente pregunta, más emocionada con la idea de hacerme sangrar por los oídos que antes─. ¿Por qué tía Anabelle te dejó?

─Ella no me dejó, yo la dejé ─gruñí.

─¿Por qué la dejaste? ─preguntó mirándome como si fuera un ser cruel, el villano, alguien que merece morir─. ¡Eso es peor que hacerme comer pastel, desconsiderado, la tía Anabelle siempre ha sido tu novia! ¡Le rompiste el corazón y ahora seguro saldrá con un idiota por despecho por tu culpa!

¡¿Qué?! Bajo mi cadáver.

Esta niña sabía demasiado, por otro lado. Hablaría con Rachel para que dejara de discutir sobre mi vida amorosa con ella presente. Estaba seguro de que de ahí venía todo.

─¡Porque lo necesitábamos! ─grité desesperado, haciendo que varias señoras que pasaban por ahí se giraran para mirarme con horror por estar discutiendo con una niña, pero mierda.

Quién necesitaba terapeutas cuando tenías a tu sobrina.

Madison se relajó después de eso, como si entendiera, pero volvió a atacar de nuevo en cuestión de segundos.

─¿Por qué mi cabello es como el de papá y no como el de mamá?

Puse los ojos en blanco.

─Porque la vida es irónica.

─¿Por qué es irónica?

Tenía una buena respuesta para eso, pero Madison no la merecía.

─Su pasatiempo es reírse de las personas.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora