ANABELLE:
Dos días antes del cumpleaños de Madison, ella y su hermano vinieron a pasar la noche con nosotros mientras sus padres obtenían un descanso de todo el lío que habían sido los preparativos para su cumpleaños. Cuando era más pequeña Rachel siempre se encargaba de hacer de sus fiestas las mejores, pero ahora que ella y sus compañeros del jardín podían hablar y opinar por sí mismos... la hermana de Loren da todo de sí para que sus niños tuvieran la mejor celebración en todo el continente, lo que también tenía que ver con mantener su reputación de organizadora de eventos estrella. Rachel estaba semanalmente en cada revista de la ciudad. O mejor dicho, lo estaba uno de sus eventos. Eran tan hermosos. Había asistido a algunos colada junto con Marie, que a veces la ayudaba, y Luz, la esposa del hermano de Nathan, y robaban el aliento. Si un día me casaba definitivamente querría que ella estuviera a cargo. Estaba segura de que convertiría mi boda en un cuento de hadas.
Mi corazón se oprimió, estrujándose dolorosamente en mi pecho, ante ese pensamiento, casarme, y se rompió cuando dirigí mi atención en dirección a las risas que provenían de la cocina. Al hombre que batía el contenido de un tazón con sus dos sobrinos sentados en el mesón. Los tres estaban llenos de harina de la cabeza a los pies. Hacían galletas. Como si sintiera mi mirada sobre él, Loren se giró hacia mí y me sonrió de esa forma tan tierna y llena de amor que tenía. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Me di la vuelta antes de que lo notara. En lugar de esperarlos en la sala como prometí, subí su escalera de cristal y me encerré en su habitación.
Si alguien merecía casarse y formar una familia, era él.
LOREN:
─¿Cuántas puedo comer?
─Tres ─le dije.
Madison cruzó sus brazos.
─George se ha comido cuatro, tío Loren. Machista.
Puse los ojos en blanco. Rachel tenía que parar con su feminismo. Todo era culpa de Nathan por dejarla introducir la teoría de la dominación mundial a manos de las vaginas en su mente de cinco años, sin embargo.
─Maddie fea ─soltó George mordiendo otra galleta con una sonrisa maliciosa.
«Pequeño cabrón».
─¡No te metas! ─lo empujó, sus ojos llenos de lágrimas─. ¡Tía Anabelle!
Mi expresión se puso en blanco.
─Madison, haz silencio ─le advertí.
Anabelle había tenido una dura semana trabajando en el kínder y apoyándome con las obras de caridad de la marca. No me pareció extraño que huyera al segundo piso en búsqueda de una cama caliente. Mi chica estaba exhausta. No debí ofrecerme como una puta niñera hoy, pero, como siempre, nadie más contestó cuando Rachel preguntó por el maldito grupo de WhatsApp de la familia. Lo abrí para conectarnos. Para no ser el último en enterarme de las locas decisiones de mis hermanas.
Ahora sabía demasiado.
─¡Tía Anabelle! ─sollozó más fuerte, su cabello cobrizo balanceándose a medida que corría en dirección a las escaleras. Antes de que pudiera empezar a subirlas, una especie de actividad extrema que no debería hacer sola, Belle apareció. Sus ojos grises brillaron al verla─. Tía Belle...
Anabelle me miró antes de recogerla del suelo y guindarla en su cadera.
Joder.
Cada vez que hacía algo como eso no podía dejar de pensar en ella haciéndolo con nuestros propios hijos.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
Ficción GeneralLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...