ANABELLE:
Entrecrucé mis manos sobre mi regazo cuando la emoción del momento pasó, dando paso a la incredulidad y a un pellizco de dolor adicional a la paliza que ya de por sí había llevado mi alma. Verlo era como pellizcar en la nariz a un boxeador luego de que lo noquearan, algo casi inhumano y cruel, pero necesario para saber si aún vive y tal vez lo que haría que despertara.
¿Cómo aparecía de la nada después de tanto tiempo?
─Ese soy yo ─murmuró mirando hacia dónde antes había estado de pie mi madre, buscando ayuda al intuir mis sentimientos respecto a él, encontrando solo vacío.
Rodé los ojos. Mamá tenía una gran boca, pero era una cobarde.
Él también era un cobarde, ¿la necesitaba para dar la cara?
Así que el problema era genético, después de todo.
─¿Dónde has estado todo este tiempo? La última vez que te vi tenía unos... ¿qué? ¿Cuatro años? ─me burlé─. Puedes llamar al libro de Records Guinness por la compra de leche y pañales más larga. ¿Veinte años en una fila? Tienes el título en tu bolsillo.
Él no se rió.
─Lo siento, ángel, pensé que era lo mejor para ti.
─¿Dejarme con alguien que nunca te superó e hizo mi vida un infierno porque la rompiste? ─pregunté─. Bueno, tú y ella al parecer tienen la misma idea de qué es lo mejor para mí, así que no me sorprende que hayan estado juntos alguna vez. ─Miré el tatuaje en su cuello. No entendía qué me pasaba. En otras circunstancias no hablaría de esta manera─. ¿Eso cuándo te lo hiciste? No recuerdo que tuvieras tatuajes o barba cuando era niña. En realidad no luces nada como pensé que lo harías.
Esperaba una versión vieja y barriguda de él, no un madurito sacado de una revista de moda. Mi padre era el tipo de hombre por el que mis compañeras en el kínder aceptarían la idea de tener un sugar daddy. Dios. Era hermoso, pero había algo en sus ojos, iguales a los míos, que demandaba que mantuvieras las manos para ti o algo saldría mal.
─Justo después de dejarlas ─dijo tomando asiento junto a mí.
Estaba sentado en el mismo sitio dónde Loren se había sentado.
Partiéndome el corazón como él lo había hecho.
Como se lo partió a mamá.
─¿Por qué lo hiciste? ─susurré.
Mi padre miró hacia el techo, su cuello exponiéndose y revelando más detalles de su tatuaje. La serpiente, el dragón, lo que fuera, debía enroscarse alrededor de él como un collar. Ahora podía ver su cabeza mordiéndole el cuello.
─Ya te lo dije. Pensé que era lo mejor para ti y para Sophie, si hubiera sabido que...
─¿Que enloquecería?
Asintió.
─Habría hecho más por estar presente. Incluso te habría llevado conmigo a Irlanda.
¿Qué?
─¿Irlanda?
─Sí, ángel. Vivo en Irlanda. Tengo un pequeño negocio de venta de armas en Dublín que manejo con tus hermanos. ─Tomó una honda bocanada de aire─. Tienes tres hermanos mayores, trillizos, que se mueren por conocerte. Cuando salgas de aquí podemos irnos directamente a Dublín para que los veas. Gracias a ellos podré retirarme pronto y, si me lo permites, pasar tiempo contigo aquí. Te amarán.
ESTÁS LEYENDO
Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...